# MALINOWSKI Y EL FUNCIONALISMO
Funcionalismo
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El magnífico título de
Malinowski
... un fenómeno único y paradójico: un fanático
empirista teórico.
Leach
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Malinowski tiene gran derecho a ser el fundador de los
estudios
de antropología social en Inglaterra, pues él creó su aprendizaje
formal, el trabajo de campo intensivo en una comunidad exótica. Durante los
quince años que pasó en la
London School Of Economics, después de su regreso de
las islas Trobriand, fue el único maestro de etnografía del país y,
virtualmente, todo el que deseaba hacer trabajo de campo en la forma moderna
fue a trabajar con él.
![]() |
Adam Kuper (1941. Sudafrica) |
Sin embargo, Malinowski (y muchos de sus
estudiantes) tuvo la sensación de ser mucho más que un pionero del método. Como
observó uno de sus alumnos más distinguidos, reclamaba ser el creador de una
disciplina académica completamente nueva. Toda una generación de sus
seguidores fue educada en la creencia de que la antropología social comenzó en
las islas Trobriand en 1914. Esta grandiosa reputación persiste, a pesar de la
pobreza de las formulaciones teóricas explícitas de Malinowski. Su triunfo etnográfico
se basó en una nueva perspectiva que todavía es un rasgo integral de la
antropología social británica, por mucho que pueda haber sido oscurecido por
sus intentos de formalización y sus incesantes polémicas. Hubo una
revolución funcionalista, y Malinowski fue su líder, pero no creó una
teoría funcionalista, como pretendía Malinowski.
El objeto de estudio de la antropología
fue muy claramente definido a principios del siglo XX, aunque recibió diversos
nombres: antropología social, antropología cultural, o etnología, etnografía y
sociología. Su núcleo era el estudio del hombre primitivo o salvaje, y en el
último tercio del siglo XIX, el estudio de la cultura -en el sentido de Tylor,
abarcando la organización social- se distinguía con claridad del estudio
biológico del hombre. Existía, pues, un estudio específico que se ocupaba de la
cultura primitiva. Este campo se consideraba convencionalmente bajo diversos
títulos: cultura material, folklore, religión, magia y sociología; quizás también
lenguaje, derecho, e incluso medio ambiente.
A principios del siglo XX también existía
una diferenciación aceptada entre una aproximación ampliamente geográfica, que
se ocupaba de la emigración, la difusión cultural y la clasificación de los
pueblos y los objetos, y lo que generalmente se denominaba la aproximación
sociológica, que se ocupaba del desarrollo de las instituciones sociales. Los
exponentes de la primera perspectiva tendían a ser más descriptivos y
particularistas; mientras que los sociólogos eran más comparativos y teóricos.
La diferenciación entre ellos había sido formalizada, por lo menos, ya en
1908, cuando, según Radcliffe-Brown :
“Una
reunión de profesores de Oxford, Cambridge y Londres tuvo lugar para discutir
la terminología de nuestra materia. Acordamos utilizar etnografía como la
denominación técnica de los trabajos descriptivos sobre pueblos analfabetos.
La reconstrucción hipotética de la historia de tales pueblos se consideró tarea
de la etnología y la arqueología prehistórica. El estudio comparativo de las
instituciones de las sociedades primitivas se aceptó como la tarea de la
antropología social, y se prefirió ya este nombre al de sociología. Frazer ya
había definido la antropología social en 1906 como la rama de la sociología
que se ocupa de los pueblos primitivos. Westermarck ocupaba el cargo de profesor
de sociología, aunque en realidad su obra estaba en el campo de la
antropología social.”
Una diferenciación similar se hizo en el programa
adoptado para el recién creado diploma de antropología en Oxford, en 1906. La
antropología cultural se diferenció de la antropología física y se consideró
bajo cuatro encabezamientos: arqueología, tecnología, etnología y sociología.
La diferenciación entre etnología y sociología estaba más clara. La etnología
incluía:
El
estudio comparativo y la clasificación de los pueblos, según las condiciones de
la cultura material, la lengua, las instituciones sociales y religiosas y las
ideas, en cuanto distintos de los caracteres físicos. La influencia del medio
ambiente sobre la cultura.
La sociología se ocupaba de:
El
estudio comparativo de los fenómenos sociales, con especial referencia a la
historia anterior de:
- ¨ la organización social (costumbres matrimoniales incluidas), el gobierno y el derecho;
- ¨ las ideas y los códigos morales;
- ¨ las prácticas y creencias mágicas y religiosas (incluido el culto a los muertos);
- ¨ los modos de comunicar las ideas mediante signos, lenguaje articulado, pictografía y escritura.
Cada una de estas aproximaciones a la
cultura primitiva estaba también asociada con alguna tendencia teórica
concreta. Los etnólogos se inclinaban hacia el difusionismo. Las culturas eran
mescolanzas de rasgos, tomados de otras, extendiéndose los rasgos superiores a
partir de un centro como las ondas que levanta una piedra al ser arrojada a
un estanque, por repetir una analogía favorita de los autores difusionistas.
Estos rasgos culturales podían clasificarse, con arreglo a criterios
estilísticos o a otros, y su desplazamiento, o los desplazamientos de sus
portadores, ser reconstruidos. El difusionismo recibió un gran impulso en
Inglaterra por los espectaculares descubrimientos de la arqueología egipcia y
el desarrollo de la teoría de que el “creciente fértil” era la cuna de la
mayor parte de los artificios de la civilización (una teoría propagada en los
años veinte por Elliot Smith y Perry en el University
College de Londres). Los sociólogos, por otra parte, eran en muchos
aspectos evolucionistas, aunque sus opiniones divergían entre sí y ninguno
siguió favoreciendo los esquemas de la evolución unilineal tan de moda en la Inglate rra victoriana.
Hablando muy en general, tendían a ver las culturas como sistemas con una dinámica interior, más bien que como resultados de apropiaciones casuales; pero diferían sobre si el elemento dinámico era intelectual, económico, ecológico o de cualquier otra clase. Esto es una versión simplificada de la situación, pero permite identificar instantáneamente el impacto del funcionalismo. Los funcionalistas tomaron posesión de la sociología, pero abandonaron la especial referencia a la historia anterior “que había sido el sello de los evolucionistas”. También rechazaron, no sólo el difusionismo sino toda la empresa etnológica, de tal forma que durante una generación la escuela inglesa de antropología social menospreció las preocupaciones de los etnólogos, incluyendo las historias concretas.
Hablando muy en general, tendían a ver las culturas como sistemas con una dinámica interior, más bien que como resultados de apropiaciones casuales; pero diferían sobre si el elemento dinámico era intelectual, económico, ecológico o de cualquier otra clase. Esto es una versión simplificada de la situación, pero permite identificar instantáneamente el impacto del funcionalismo. Los funcionalistas tomaron posesión de la sociología, pero abandonaron la especial referencia a la historia anterior “que había sido el sello de los evolucionistas”. También rechazaron, no sólo el difusionismo sino toda la empresa etnológica, de tal forma que durante una generación la escuela inglesa de antropología social menospreció las preocupaciones de los etnólogos, incluyendo las historias concretas.
En las páginas finales de su primera
monografía sobre las Trobriand, Los Argonautas
del Pacífico Occidental (1922), Malinowski sentó su propio punto de vista
con respecto a las preocupaciones de estas grandes escuelas. Escribió:
“Me
parece que hay lugar para un nuevo tipo de teoría. La sucesión en el tiempo y
la influencia de la etapa anterior sobre la posterior es el principal objetivo
de los estudios evolucionistas, tal como los practica la escuela clásica de
antropología inglesa (Tylor, Frazer, Westermarck, Sydney Hartland, Crawley).
La escuela etnológica (Ratzel, Foy, Gräbner, Schmidt, Rivers y Elliot-Smith)
estudia la influencia de las culturas por contacto, infiltración y transmisión.
La influencia del medio ambiente sobre las instituciones culturales y la raza
lo estudia la antropogeografía (Ratzel y otros). La influencia mutua de los
distintos aspectos de una institución, el estudio del mecanismo social y
psicológico en el que se basa una institución, constituyen un tipo de estudios
teóricos que hasta ahora sólo se han practicado de forma ensayística, pero me
arriesgo a predecir que tarde o temprano tendrán el reconocimiento que
merecen. Este tipo de investigación abrirá el camino y proporcionará los materiales
para las otras.”
Pocos años después Radcliffe-Brown escribió, de forma más directa:
“Yo
creo que en este momento el conflicto verdaderamente importante en los estudios
antropológicos no está entre los “evolucionistas” y los “difusionistas”, ni
entre las diversas escuelas de los “difusionistas”, sino entre la historia
conjetural, por una parte, y el estudio funcional de la sociedad por otra.”
Sin embargo, es erróneo ver al
funcionalismo triunfando sobre las ortodoxias del evolucionismo o del difusionismo.
El sello distintivo de la antropología inglesa en las dos primeras décadas de
este siglo fue una actitud cauta y escéptica con respecto a cualquier gran
formulación teórica, evolucionista o difusionista. La obra de Frazer fue
tratada con cierto escarnio, incluso en el cambio de siglo, en las publicaciones
antropológicas; y en manos de hombres como Westermarck o Marett, el
evolucionismo sólo era un último punto de referencia, no un concepto organizador
central. Es cierto que el difusionismo extremo centrado en Egipto de Elliot
Smith y Perry constituyó una fuerza en los años veinte y que incluso Rivers fue
un converso, pero la teoría no consiguió mucho crédito en los círculos
profesionales. Realmente, Myers como presidente del Royal Anthropological Institute, pasó un momento difícil en 1922
al evitar la dimisión de Elliot Smith como protesta contra la declarada censura
de sus ideas; y se quejó con cansancio de los absurdos del fervor evangélico
del gran hombre. Durante la década de 1920, Malinowski gastó mucho tiempo en
polémicas con Elliot Smith y Perry, pero más bien tuvo una audiencia popular
que profesional. Fue algo así como si un antropólogo social moderno gastara
mucho tiempo en un debate público con Robert Ardrey y Desmond Morris. La
tradición oral funcionalista ha exagerado mucho la importancia de estas confrontaciones.
También existió la influencia contraria
de Durkheim y su escuela de París, que había atraído la atención de
Radcliffe-Brown y Marett antes de la Primera Guerra Mundial, y que continuó influyendo
a los antropólogos sociales ingleses. Las teorías de Durkheim eran
especialmente influyentes en el estudio de la religión, y alejaban de las
preocupaciones de los difusionistas y también de los evolucionistas intelectualistas,
como Tylor y Frazer. Pero si hubiera que caracterizar el ánimo de la
antropología británica en la primera década de este siglo, habría que resaltar
la fatigosa preocupación por la acumulación de datos. El objetivo último podía
seguir siendo la reconstrucción de la historia cultural o la generalización
evolucionista, pero estos intereses quedaban oscurecidos por el fuerte renacimiento
del empirismo británico. Existía la sensación de que los hechos, que cada vez
resultaban disponibles en mayor número, harían que los fáciles esquemas
evolucionista y difusionista resultaran bastante cándidos. Además, estos datos
podían desaparecer pronto, con todos los primitivos. Su recogida era un asunto
urgente.
Kuper, Adam. Antropologia y
antropólogos.
La Escuela británica. 1922/1972. Pags. 15-19.
México. Anagrama. 1997.
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