GUÍA DE ANÁLISIS / ATRAPADO SIN SALIDA
ESTE ES UNA ANÁLISIS SACADO DE LA RED.
CUÁL ES EL CONTENIDO ANTROPOLÓGICO DEL FILM?
QUÉ TIENE QUE VER CON LA ALTERIDAD Y LA
DISCRIMINACIÓN?
QUÉ ROL JUEGAN LOS DISTINTOS PERSONAJES?

“One Flew Over the Cuckoo’s Nest”, también conocida
como “Atrapado sin
salida”, es una de
las películas más destacadas dentro de esa época tan rica en materia
cinematográfica como fueron los años 70; protagonizada por Jack Nicholson y dirigida por el
recientemente fallecido Milos Forman.
“Randle McMurphy un
hombre condenado por asalto y un espíritu libre que vive contracorriente, es
recluido en un hospital psiquiátrico. La inflexible disciplina del centro
acentúa su contagiosa tendencia al desorden, que acabará desencadenando una
guerra entre los pacientes y el personal de la clínica, con la fría y severa
enfermera Ratched a la cabeza”.
Antes de profundizar un
poco más sobre esta dimensión atemporal, deberíamos recordar a Randle McMurphy, un magnifico Jack
Nicholson en el cuerpo de un hombre de 38 años, con varios arrestos en su haber
y una fuerte inclinación hacia la agresividad; que luego de cumplir sentencia
dentro de la cárcel, es ingresado a la institución para evaluar si su conducta
es producto de alguna perturbación mental.
Apenas McMurphy pisa las
instalaciones de la institución, podemos vislumbrar su carácter: mientras le quitan las esposas, desestabiliza el proceso que
significa la llegada de un nuevo paciente mediante una risa exagerada,
que ataca de manera sorpresiva a los empleados –ésto acompañado por el
arco característico en las cejas de Nicholson, que le aporta un grado extra de
excentricidad al momento– y hace que la tranquilidad rutinaria del edificio se vea sacudida
con su llegada, como lo seguirá haciendo a partir de ese momento.
“One Flew Over the
Cuckoo’s Nest” muestra
un psiquiátrico similar a una prisión, con grandes muros, alambres de púa y
seguridad. De hecho, la película fue filmada en las instalaciones de una
institución mental real, ubicada en la ciudad de Oregón. Este último dato,
además de agregarle autenticidad a las escenas, refuerza el mensaje –en forma de critica– que se despliega a lo
largo de toda la película, y que coincide con un pensamiento que persistió a lo
largo de muchos años: “los locos”
al igual que los presos, eran considerados ese mal molesto que debía aislarse,
mantenerse lo más lejos posible del mecanismo funcional de la sociedad.
De hecho, Milos Forman nos regala una muy breve escena
en la que puede entenderse en qué nivel de la sociedad eran ubicados los
enfermos mentales: al iniciar la película, tres empleados
afroamericanos están limpiando los pisos del edificio, los mismos tres que
además cumplen el rol de encargados de la seguridad del pabellón. Sabiendo la
fuerte denigración que sufrió a lo largo de la historia la comunidad
afroamericana, e intentando ubicarnos en esa idiosincrasia racista, pueden
imaginar en qué lugar
de la escala social se encontraban “los locos” si “los negros” eran superiores
en poder frente a ellos.
A su vez, la dinámica estructurada con la que se
encuentra el rebelde McMurphy al llegar, se amolda a la perspectiva de la
época: la desagradable enfermera Ratched (Louise Fletcher) está al frente de una suerte de terapia de grupo, en la que cada
participante debe comentar acerca de un suceso puntual de su historia, y sus
compañeros son invitados a opinar acerca de ésto. El problema es que el
autoritarismo ejercido por esta mujer, sumado a la presión y evidente
incomodidad que sienten cada uno de los pacientes, hacen que a este “grupo” le
falte la “terapia”.
Cuando en medio de esta
actividad, nuestro protagonista –movido exclusivamente por intereses personales– pide poder ver en la
televisión un evento deportivo, en realidad lo que genera es un movimiento
mucho mayor que el imaginado: McMurphy se auto-habilita dentro de ese espacio
común, la posibilidad de expresar un anhelo personal –no importa cuál sea– pero lo manifiesta,
contrario a lo que pasaba hasta el momento, donde la enfermera tenía el poder
de decidir quién iba a hablar y sobre qué. Este giro, que parece pequeño e
insignificante, da como resultado frases y actitudes por parte de esos
pacientes que habían permanecido sumisos ante el totalitarismo de Ratched:
“¿No le
parece señorita Ratched que si Billy no quiere hablar de eso, no debería
forzarlo?”
Y podemos agarrarnos de
dicho planteo para pensar de otra forma aquel pasaje con el que se describe a
McMurphy en la sinopsis: “La inflexible disciplina del centro acentúa su
contagiosa tendencia al desorden.”Claro que este nuevo interno suscita el caos
mediante su actitud provocadora –derivada de una fuerte necesidad de desafio ante
la ley– pero por
otro lado, no es sólo “lo negativo” aquello que contagia; casi sin pensarlo, invitó
a que sus compañeros manifestaran sus deseos y expresaran su inconformidad. En
este caso, Randle McMurphy hizo un trabajo terapéutico mucho más exitoso que la
desacertada Ratched.
“One Flew Over the
Cuckoo’s Nest” también
refleja una concepción antigua que se une a aquella de “los locos deben estar
aislados” y que radica en
entender a “la locura” como una intrusión en la mente sana de la persona, que
puede extirparse y corregirse, como si se tratara de un mal físico que aqueja.
Es por esta razón que el director Milos Forman introduce escenas en donde las
técnicas de electroshock son el brutal recurso para controlar a los pacientes.
Cuando hablábamos de
la atemporalidad
y re-significacion de este
film de 1975, nos referíamos a esto, si bien –por suerte– la perspectiva alienante que se tenía acerca
del enfermo mental mutó positivamente hacia un paradigma
que entiende a “la locura” como una experiencia más de subjetividad, singular y
propia de cada individuo, aún son muchas las corrientes o los
sujetos que en su intimidad mantienen aquella postura frente al que padece. Y Milos Forman nos
muestra a través de la ficción, que no debemos olvidar que detrás de las
patologías hay personas, con voz propia y deseos, donde la solución no es
aislar, sino apropiarse de la situación para poder re-insertarse en el
mundo social, siempre que
esto sea posible.
Merece un análisis aparte
el perfil de Randle McMurphy, que no puede obedecer las normas establecidas, pero sin embargo exige
que sus compañeros jueguen al póker “como se debe”. Pero tal vez lo más destacable, aquello que
hace esbozar una sonrisa, sea que el movimiento de cambio que él generó en el
grupo, también salpicó y modificó su propia conducta: cuando llegó era un
hombre agresivo que sólo actuaba en beneficio propio, para luego empezar a formar
parte de un grupo por quien se interesa y del que espera el cumplimiento de
ciertas “obligaciones” internas como la confianza y lealtad
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