# BOAS / LAS LIMITACIONES DEL MÉTODO COMPARATIVO EN ANTROPOLOGÍA
En: Juan Mauricio Renold
(comp.): Antropología cultural. F. Boas, A. L. Kroeber, R. Lowie, Buenos Aires,
Centro Editor de América Latina, 1993, pp. 27-39.
![]() |
FRANZ BOAS (1858-1942) |
La antropología moderna ha
descubierto que la sociedad humana ha crecido y se ha desarrollado en todas
partes en una manera tal que sus formas, sus ideas y sus acciones tienen muchos
rasgos fundamentales en común. Este descubrimiento trascendental implica que
existen leyes que gobiernan el desarrollo de la sociedad, que son aplicables a
nuestra sociedad como también a aquellas de tiempos remotos y países distantes;
que su conocimiento será un medio para entender las causas que adelantan o que
retardan la civilización; y que, guiados por este conocimiento, podemos esperar
gobernar nuestras acciones de manera que el mayor beneficio para la humanidad
provenga de las mismas. Desde que este descubrimiento ha sido claramente
formulado, la antropología ha comenzado a recibir esa participación liberal del
interés público que le fue rehusada mientras se creyó que no era capaz de hacer
más que registrar las curiosas costumbres y creencias de pueblos extraños; o,
cuando mucho, rastrear sus parentescos y así elucidar las primitivas
migraciones de las razas humanas y las afinidades de los pueblos. Mientras que
los primeros investigadores concentraron su atención sobre este problema
puramente histórico, ha cambiado ahora totalmente el curso, de manera que hasta
hay antropólogos que declaran que tales investigaciones corresponden al
historiador y que los estudios antropológicos deberán estar restringidos a la
investigación de las leyes que gobiernan el crecimiento de la sociedad. Un
cambio radical del método ha acompañado este cambio de punto de vista. Mientras
que antes las identidades o las similitudes de la cultura fueron consideradas
una prueba incontrovertible de la conexión histórica o hasta del origen común,
la nueva escuela se niega a considerarlas como tales, sino que las interpreta
como el resultado del trabajo uniforme de la mente humana. El Dr. D. G. Brinton
es el más enfático partidario de este punto de vista en nuestro país; en
Alemania la mayoría de los seguidores de Bastian, quienes a este respecto ven
más lejos que Bastian mismo. Otros, mientras no niegan la incidencia de las
conexiones históricas, las consideran insignificantes en sus resultados e
importancia teórica comparadas con la obra de las leyes uniformes que gobiernan
la mente humana. Este es el punto de vista de la mayoría de los antropólogos
vivientes. Este moderno punto de vista está basado en la observación de que los
mismos fenómenos étnicos se producen entre los más diversos pueblos o, como
dice Bastian, en la aterradora monotonía de las ideas fundamentales de la
humanidad a través de todo el globo. Las nociones metafísicas del hombre pueden
ser reducidas a unos pocos tipos que son de distribución universal; igual es el
caso referente a las formas de la sociedad, de las leyes y de las invenciones.
Además, las ideas más intrincadas y aparentemente ilógicas y las costumbres más
curiosas y complejas aparecen aquí y allá entre algunas tribus de tal forma que
queda excluida la presunción de un origen histórico común. Cuando se estudia la
cultura de cualquier tribu es posible hallar analogías más o menos estrechas de
simples rasgos de una cultura entre una gran diversidad de pueblos. Tylor,
Spencer, Bastian, Andree, Post y muchos otros han recogido ejemplos numerosos,
de modo que es innecesario suministrar aquí una prueba detallada del hecho. La
idea de una vida futura; el mismo shamanismo subyacente; invenciones tales como
el fuego y el arco; ciertos aspectos elementales de estructura gramatical
—éstos indicarán las clases de fenómenos a los que me refiero—. Se deduce de
estas observaciones que cuando hallamos rasgos simples análogos de cultura
entre pueblos distantes, la presunción no es de que haya existido una fuente
histórica común, sino que han surgido independientemente. Pero el
descubrimiento de estas ideas universales es sólo el comienzo de la tarea de un
antropólogo. La investigación científica deberá contestar dos preguntas al
respecto: Primero, ¿cuál es su origen? y segundo, ¿cómo se afirman en las
diversas culturas? La segunda pregunta es la más fácil de contestar. Las ideas
no existen en forma idéntica en todas partes, sino que varían. Se ha acumulado
material suficiente como para demostrar que las causas de estas variaciones
pueden ser externas, es decir, basadas en el entorno —tomando el término entorno
en su más amplio sentido— o internas, es decir, basadas en las condiciones
psicológicas. La influencia de los factores externos e internos sobre las ideas
elementales encarna un grupo de leyes que gobiernan el crecimiento de la cultura.
Por lo tanto, nuestros esfuerzos deberán estar dirigidos a demostrar cómo estos
factores modifican las ideas elementales. El primer método sugerido y que ha
sido generalmente adoptado por los antropólogos modernos es aislar y clasificar
las causas agrupando las variantes de ciertos fenómenos etnológicos acorde a
las condiciones externas bajo las cuales viven los pueblos, entre los que han
sido halladas, o a causas internas que influyen en sus mentes; o a la inversa,
agrupando estas variantes de acuerdo con sus similitudes. Entonces podrán
hallarse las condiciones de vida correlacionadas. A través de este método comenzamos
a reconocer, aún con un conocimiento imperfecto de los hechos, cuáles fueron
las causas que actuaron en la formación de la cultura de la humanidad.
Friedrich Ratzel y W. J. McGee han investigado la influencia del entorno
geográfico sobre una más amplia base de los hechos de lo que pudieron hacer en
su tiempo Ritter y Guyot. Los sociólogos han realizado estudios en el sentido
de la densidad de la población y de otras simples causas sociales. De esta manera
se aclara la influencia de los factores externos sobre el crecimiento de la
sociedad. Las consecuencias de los factores psíquicos han sido también
estudiados de la misma manera. Stoll ha tratado de aislar los fenómenos de la
sugestión y de la hipnosis y estudiar los efectos de su presencia en las
culturas de diversos pueblos. Las investigaciones sobre las relaciones mutuas
de tribus y pueblos comienzan a demostrar que ciertos elementos culturales son
fácilmente asimilados mientras que otros son rechazados, y las frases gastadas
por el tiempo sobre la imposición de la cultura por un pueblo más altamente
civilizado sobre el de menor cultura que ha sido conquistado ceden frente a
consideraciones más cuidadosas sobre el lema del intercambio de los logros
culturales. En todas estas investigaciones estamos utilizando métodos
inductivos sólidos con el fin de aislar las causas de los fenómenos observados.
El otro interrogante con respecto a las ideas universales, a saber el de su
origen, es mucho más difícil de tratar. Se han llevado a cabo muchos intentos
para descubrir las causas que han conducido a la formación de las ideas “que se
desarrollan con férrea necesidad dondequiera que el hombre viva”. Este es el problema
más difícil de la Antropología y es de esperar que frustrará nuestros intentos
durante mucho tiempo. Bastian niega que es posible descubrir las fuentes
finales de las invenciones, las ideas, las costumbres y las creencias que son
de incidencia universal. Pueden ser nativas, pueden ser importadas, pueden
haber surgido de una variedad de fuentes, pero allí están. La mente humana está
conformada de modo tal que las inventa espontáneamente o las acepta siempre que
le son ofrecidas. Esta es la idea elemental de Bastian que ha sido peor interpretada.
Hasta un cierto punto la clara enunciación de la idea elemental nos proporciona
la razón psicológica de su existencia. Ejemplo: el hecho de que el país de las
sombras es frecuentemente ubicado en el oeste sugiere el esfuerzo de colocarlo
en el lugar donde desaparecen el sol y las estrellas. La mera manifestación de
que el hombre primitivo consideraba a los animales como dotados con todas las
cualidades del hombre demuestra que la analogía entre muchas de las cualidades
de los animales y de los seres humanos ha conducido a la generalización de que
todas las cualidades animales son humanas. En otros casos las causas no son tan
evidentes por sí mismas. Por este motivo, la pregunta por qué todas las lenguas
distinguen entre uno mismo, la persona a la cual uno se dirige y la persona de
quien se habla, y por qué la mayoría de las lenguas no llevan a cabo esta
diferenciación lógica y aguda en el plural es difícil de contestar. Cuando el
principio se lleva a cabo consistentemente, requiere que en el plural exista
una distinción entre el “nosotros” expresando a uno mismo y la persona a quien
se dirige la palabra y el “nosotros” que expresa a uno mismo y la persona de
quien se habla, diferencia que es comparativamente hallada sólo en pocas lenguas.
El menor riesgo de malos entendidos en el plural explica parcialmente este fenómeno,
pero difícilmente en forma adecuada. Sin embargo, más oscura es la base psicológica
en otros casos, por ejemplo: en el de las costumbres matrimoniales extensamente
diseminadas. La prueba de la dificultad de este problema está en la multitud de
hipótesis que han sido inventadas para explicarlo en todas sus variadas fases.
En el tratamiento de esto, el problema más difícil de la Antropología, se
adopta el punto de vista de que si un fenómeno etnológico se ha desarrollado independientemente
en una cantidad de lugares, su desarrollo ha sido el mismo en todas partes; o,
expresado de otra manera, que el mismo fenómeno etnológico es debido siempre a
las mismas causas. Esto conduce a la generalización de que la igualdad de los
fenómenos etnológicos encontrados en diversas regiones es prueba de que la
mente humana obedece en todas partes a las mismas leyes. Es obvio que si diferentes
desarrollos históricos pudiesen conducir a los mismos resultados, no sería
entonces defendible esta generalización. Su existencia nos presentaría un
problema totalmente diferente, a saber, cómo es que los desarrollos de la cultura
conducen con tanta frecuencia a los mismos resultados. Por lo tanto, deberá entenderse
claramente que la investigación antropológica que compara fenómenos culturales
similares de las diversas partes del mundo, a fin de descubrir la historia
uniforme de su desarrollo, presume que el mismo fenómeno etnológico se ha
desarrollado en todos lados de la misma manera. Aquí se encuentra la falla en
el argumento del nuevo método, puesto que no es posible suministrar tal prueba.
Hasta el análisis más sumario demuestra que los mismos fenómenos pueden
desarrollarse en una gran cantidad de formas.
Quiero dar unos pocos ejemplos: las tribus primitivas están casi siempre divididas universalmente en clanes que poseen tótems. No puede caber duda que esta forma de organización social ha surgido independientemente una y otra vez. La conclusión justifica con seguridad que las condiciones psíquicas del hombre favorecen la existencia de una organización totémica de la sociedad, pero no sucede que la sociedad totémica se haya desarrollado en todas partes de la misma manera. El Dr. Washington Matthews cree que los tótems de los Navajos han surgido por la asociación de clanes independientes. El Capitán Bourke supone que hechos similares dieron origen a los clanes Apaches, y el Dr. Fewkes ha llegado a la misma conclusión con respecto a algunas de las tribus Pueblo. Por el otro lado, tenemos pruebas de que los clanes pueden crearse por división. He demostrado que tales hechos tuvieron lugar ente los indios de la costa del Pacífico Norte. La asociación de pequeñas tribus por un lado, y la desintegración de tribus en crecimiento por el otro lado, han conducido a resultados que aparecen como idénticos para todos los intentos y propósitos. Para dar otro ejemplo: recientes investigaciones han demostrado que los diseños geométricos en el arte primitivo han sido originados a veces a través de formas naturales que fueron gradualmente estilizadas, algunas veces de motivos técnicos, que aún en otros casos fueron geométricos en origen o que fueron derivados de símbolos. De todas estas fuentes han sido desarrolladas las mismas formas. De los diseños que representaban diversos objetos surgieron con el transcurso del tiempo calados, serpentinas, cruces y demás. Por consiguiente, la frecuente aparición de estas formas no prueba ni el origen común ni que siempre se han desarrollado de acuerdo con las mismas leyes psíquicas. Por el contrario, el idéntico resultado puede haber sido alcanzado sobre cuatro líneas diferentes de desarrollo y de un número infinito de puntos de partida. No estaría de más otro ejemplo: el uso de las máscaras se encuentra en un gran número de pueblos. El origen de la costumbre de usar máscaras no es muy claro en todos los casos, pero pueden distinguirse fácilmente unas pocas formas típicas de su uso. Se las utiliza para ahuyentar los espíritus así como para indicar la identidad del que la usa. El espíritu de una enfermedad que intenta atacar a una persona no la reconoce cuando ella lleva una máscara y la máscara en este caso sirve como protección. En otros casos la máscara representa a un espíritu que está personificado por el usuario, quien de esta forma ahuyenta otros espíritus hostiles.
Quiero dar unos pocos ejemplos: las tribus primitivas están casi siempre divididas universalmente en clanes que poseen tótems. No puede caber duda que esta forma de organización social ha surgido independientemente una y otra vez. La conclusión justifica con seguridad que las condiciones psíquicas del hombre favorecen la existencia de una organización totémica de la sociedad, pero no sucede que la sociedad totémica se haya desarrollado en todas partes de la misma manera. El Dr. Washington Matthews cree que los tótems de los Navajos han surgido por la asociación de clanes independientes. El Capitán Bourke supone que hechos similares dieron origen a los clanes Apaches, y el Dr. Fewkes ha llegado a la misma conclusión con respecto a algunas de las tribus Pueblo. Por el otro lado, tenemos pruebas de que los clanes pueden crearse por división. He demostrado que tales hechos tuvieron lugar ente los indios de la costa del Pacífico Norte. La asociación de pequeñas tribus por un lado, y la desintegración de tribus en crecimiento por el otro lado, han conducido a resultados que aparecen como idénticos para todos los intentos y propósitos. Para dar otro ejemplo: recientes investigaciones han demostrado que los diseños geométricos en el arte primitivo han sido originados a veces a través de formas naturales que fueron gradualmente estilizadas, algunas veces de motivos técnicos, que aún en otros casos fueron geométricos en origen o que fueron derivados de símbolos. De todas estas fuentes han sido desarrolladas las mismas formas. De los diseños que representaban diversos objetos surgieron con el transcurso del tiempo calados, serpentinas, cruces y demás. Por consiguiente, la frecuente aparición de estas formas no prueba ni el origen común ni que siempre se han desarrollado de acuerdo con las mismas leyes psíquicas. Por el contrario, el idéntico resultado puede haber sido alcanzado sobre cuatro líneas diferentes de desarrollo y de un número infinito de puntos de partida. No estaría de más otro ejemplo: el uso de las máscaras se encuentra en un gran número de pueblos. El origen de la costumbre de usar máscaras no es muy claro en todos los casos, pero pueden distinguirse fácilmente unas pocas formas típicas de su uso. Se las utiliza para ahuyentar los espíritus así como para indicar la identidad del que la usa. El espíritu de una enfermedad que intenta atacar a una persona no la reconoce cuando ella lleva una máscara y la máscara en este caso sirve como protección. En otros casos la máscara representa a un espíritu que está personificado por el usuario, quien de esta forma ahuyenta otros espíritus hostiles.
También otras máscaras son
conmemorativas. El portador personifica a una persona fallecida cuya memoria
deberá ser rememorada. Las máscaras son también utilizadas en representaciones
teatrales ilustrando hechos mitológicos. Estos pocos datos son suficientes
para demostrar que el mismo fenómeno étnico puede desarrollarse desde diversas
fuentes. Cuanto más simple es el hecho observado, tanto más factible es que
pueda haber sido desarrollado de una fuente aquí y de otra allá. De este modo
reconocemos que la presunción fundamental que tan frecuentemente hacen los
antropólogos modernos no puede ser aceptada en todos los casos como cierta. No
podemos decir que la incidencia de un mismo fenómeno se debe siempre a las
mismas causas, y que así se prueba que la mente humana obedece a las mismas
reglas en todas partes. Debemos pedir que las causas de las cuales se
desarrolló sean investigadas y que las comparaciones queden restringidas a
aquellos fenómenos que han probado ser los efectos de las mismas causas.
Debemos insistir que esta investigación se convierta en una introducción para
todos los estudios comparativos extensos. En las investigaciones de las sociedades
tribales, deberán ser tratadas por separado aquéllas que se han desarrollado a
través de asociación de las que se han desarrollado a través de la
desintegración. Los diseños geométricos que han surgido de representaciones estilizadas
de objetos naturales deberán ser tratados separadamente de aquellos que han
surgido de motivos técnicos. Resumiendo, antes de hacer comparaciones extensas,
deberá probarse la comparabilidad del material. Los estudios comparativos a los
que me refiero aquí intentan explicar costumbres e ideas de considerable
similitud, que se encuentran aquí y allá. Pero también persiguen el esquema más
ambicioso de descubrir las leyes y la historia de la evolución de la sociedad
humana. El hecho de que muchos aspectos fundamentales de la cultura son
universales, o por lo menos se producen en muchos lugares aislados, interpretados
por la presunción de que los mismos aspectos se han desarrollado siempre de las
mismas causas, conduce a la conclusión de que existe un gran sistema de acuerdo
con el cual la humanidad se ha desarrollado en cualquier parte; que todas las
variaciones producidas no son más que detalles menores en esta gran evolución
uniforme. Está claro que esta teoría posee como base lógica la presunción de que
los mismos fenómenos se deben siempre a las mismas causas. Para dar un ejemplo:
nosotros hallamos muchos tipos de estructura de la familia. Puede comprobarse
que familias paternales a menudo se han desarrollado de familias maternales.
Por ello se dice que todas las familias paternales se han desarrollado de
familias maternales. Si no presumimos que los mismos fenómenos se han
desarrollado en todas partes de las mismas causas, entonces podemos también
deducir que las familias paternales en algunos casos han surgido de
instituciones maternales; en otros casos es de otra forma. Para dar otro
ejemplo: muchas concepciones de la vida futura se han desarrollado
evidentemente de sueños y alucinaciones.
Consecuentemente, se dice que todas las nociones de este carácter han tenido el mismo origen. Esto también es cierto cuando ninguna otra causa puede conducir a las mismas ideas. Hemos visto que los hechos para nada favorecen la presunción de la que hablamos; que más bien apuntan hacia la dirección contraria. Por lo tanto, debemos también considerar todos los intentos ingeniosos en la construcción de un gran sistema de la evolución de la sociedad como de un valor muy dudoso, a menos que al mismo tiempo se suministre la prueba de que los mismos fenómenos deben haber tenido siempre el mismo origen. Hasta que esto se haya llevado a cabo, la presunción está siempre a favor de una variedad de cursos que puede haber tomado el crecimiento histórico. Sería bueno exponer aquí uno de los fines principales de la investigación antropológica. Estamos de acuerdo en que existen ciertas leyes que gobiernan el crecimiento de la cultura humana y es nuestro empeño descubrir estas leyes. El objeto de nuestra investigación es encontrar los procesos por los cuales se han desarrollado ciertas etapas de la cultura. Las costumbres y creencias en sí no son los objetivos esenciales de la investigación. Deseamos conocer las razones por las cuales existen estas costumbres y creencias —en otras palabras, deseamos descubrir la historia de su desarrollo—. El método que más frecuentemente se aplica para las investigaciones de este carácter compara las variaciones bajo las cuales se producen estas costumbres o creencias y trata de hallar la causa psicológica común que es la razón fundamental de todas. He aseverado que este método está expuesto a una objeción muy fundamental. Tenemos otro método, que es más seguro en muchos aspectos. Un estudio detallado de las costumbres en su relación con la cultura total de la tribu que las practica, en conexión con una investigación de su distribución geográfica entre las tribus vecinas, nos suministra casi siempre un medio para determinar con considerable exactitud las causas históricas que condujeron a la formación de las costumbres en cuestión y a los procesos psicológicos que actuaron en su desarrollo. Los resultados de las investigaciones conducidas a través de este método pueden ser triples. Pueden revelar las condiciones del medio ambiente que han creado o modificado los elementos culturales; pueden aclarar factores psicológicos que actúan en la formación de la cultura; o pueden mostrarnos los efectos que las conexiones históricas han tenido sobre el desarrollo de la cultura. Tenemos en este método un medio para reconstruir la historia del crecimiento de las ideas con una mayor exactitud que la que permitiría la generalización del método comparativo. El último debe proceder siempre de un modo hipotético de desarrollo, cuya probabilidad puede ser sopesada más o menos exactamente por medio de los datos observados. Pero hasta el momento no he visto aún ningún intento extenso para probar la exactitud de una teoría verificándola sobre la base de desarrollos con cuyas historias estamos familiarizados. Forzar los fenómenos dentro de la camisa de fuerza de una teoría está opuesto al proceso inductivo mediante el cual pueden derivarse las relaciones reales de fenómenos definidos. Lo último no es más que el muy ridiculizado método histórico. Desde luego, su forma de proceder no es más la de tiempos pasados, cuando las pequeñas similitudes de la cultura eran consideradas como pruebas de parentesco, pero reconoce puntualmente los resultados obtenidos por los estudios comparativos. Su aplicación está basada, ante todo, en un territorio geográfico pequeño, bien definido y sus comparaciones no se extienden más allá de los límites del área cultural que forma la base del estudio. Solamente cuando se han obtenido resultados precisos con respecto a esta área está permitido extender el horizonte más allá de sus límites, pero deberá adoptarse la mayor precaución a fin de no proceder con demasiada premura, puesto que de lo contrario podría ser pasada por alto la proposición fundamental que he formulado antes, a saber: que cuando hallamos una analogía de rasgos simples de cultura entre pueblos distantes la presunción no es que haya habido una fuente histórica común, sino que han surgido independientemente. Por lo tanto, la investigación deberá demandar siempre la continuidad de distribución como una de las condiciones esenciales para probar la conexión histórica y deberá aplicarse más limitadamente la superposición de eslabones conectados perdidos. Esta clara distinción entre los métodos nuevos y los históricos antiguos todavía es pasada por alto por los apasionados defensores del método comparativo. No aprecian la diferencia entre el uso indiscriminado de similitudes de cultura para probar la conexión histórica y el estudio detallado minucioso y paulatino de los fenómenos locales. Ya no creemos que las ligeras similitudes entre las culturas de la América Central y del Asia Oriental son una prueba suficiente y satisfactoria de una conexión histórica. Por el otro lado, ningún observador imparcial negará que existen razones muy fuertes para creer que un número limitado de los elementos culturales hallados en Alaska y en Siberia tienen un origen común. Las similitudes en las invenciones, las costumbres y las creencias, junto con la continuidad de su distribución a través de un área limitada, son una prueba satisfactoria de la corrección de esta opinión. Pero no es posible extender esta área con seguridad más allá de los límites del Río Columbia en América y del norte del Japón en Asia. Este método de investigación antropológica está representado en nuestro país por F. W. Putnam y Otis T. Mason; en Inglaterra por E. B. Tylor; en Alemania por Friedrich Ratzel y sus seguidores. Parece necesario decir aquí alguna palabra con respecto a una objeción a mis argumentos que será elevada por los investigadores que pretenden que la similitud del entorno geográfico es un motivo suficiente para la similitud de la cultura, es decir, por ejemplo, que las condiciones geográficas de las planicies de la cuenca del Mississippi necesitan el desarrollo de una determinada cultura. Horatio Hale hasta llegaría a creer que la similitud de la forma del lenguaje podría deberse a motivos ambientales. El entorno posee un cierto efecto limitado sobre la cultura del hombre, pero no veo cómo puede ser justificado por cualquier suceso el punto de vista de que es el moldeador primario de la cultura. Una rápida revisión de las tribus y los pueblos de nuestro globo demuestra que pueblos muy diferentes en cultura y lenguaje viven bajo las mismas condiciones geográficas; como prueba de esto podríamos mencionar la etnografía del África Oriental o de Nueva Guinea. En ambas regiones hallamos una gran variedad de costumbres en áreas pequeñas. Pero más importante es lo siguiente: ningún hecho observado puede aportarse en apoyo de esta hipótesis que no puede ser mejor explicada por los bien conocidos hechos de la difusión de la cultura; porque la arqueología así como la etnografía nos enseñan que siempre ha existido el intercambio entre tribus vecinas y se ha extendido a través de enormes áreas. En el viejo Mundo los productos del Báltico hallaron su camino hacia el Mediterráneo y las obras de arte del Mediterráneo oriental llegaron a Suecia. En América las conchas del océano hallaron su camino hacia las partes más interiores del continente y las obsidianas del oeste fueron llevadas a Ohio. Los matrimonios entre razas distintas, la guerra, la esclavitud y el comercio han sido algunas de las fuentes de constante introducción de elementos culturales foráneos, de manera que tiene que haberse producido una asimilación de la cultura a través de áreas continuadas. Por lo tanto, me parece que donde no pueda demostrarse la existencia de una influencia inmediata del entorno entre tribus vecinas, la presunción deberá ser siempre a favor de la conexión histórica. Ha existido un período de aislamiento durante el cual los principales rasgos de las diversas culturas se desarrollaron de acuerdo con la cultura previa y el entorno de las tribus. Pero las etapas de la cultura que representa este período han sido ocultadas bajo lo que es nuevo y que es debido al contacto con tribus extrañas; por lo tanto, no pueden ser descubiertas sin la más cuidadosa aislación de los elementos extraños. Los resultados inmediatos de los métodos históricos son, por lo tanto, las historias de las culturas de las distintas tribus que han sido el objeto del estudio. Estoy totalmente de acuerdo con aquellos antropólogos que afirman que este no es el objetivo final de nuestra ciencia, porque las leyes generales, a pesar de estar implícitas en una descripción tal, no pueden ser claramente formuladas ni apreciado su valor relativo sin una perfecta comparación de la forma en la cual se manifestaron en las diferentes culturas. Pero insisto en que la aplicación de este método es la condición indispensable para un buen progreso. El problema psicológico está contenido en los resultados de la investigación histórica. Cuando hayamos aclarado la historia de una simple cultura y comprendido los efectos del medio ambiente y las condiciones psicológicas reflejadas en el mismo, habremos dado un paso hacia adelante, puesto que podremos investigar entonces hasta dónde las mismas causas u otras operaron en el desarrollo de otras culturas. De esta manera mediante la comparación de las historias del crecimiento es posible hallar reglas generales. Este método es más seguro que el método comparativo, tal como es usualmente practicado, porque en lugar de una hipótesis sobre el modo de desarrollo, la historia real forma la base de nuestras deducciones. La investigación histórica deberá ser considerada la verificación crítica que la ciencia deberá exigir antes de admitir los hechos como una evidencia. A través suyo deberá verificarse la posibilidad de comparación del material recolectado y deberá exigirse la uniformidad de los procesos como prueba de la posibilidad de comparación. Además, cuando puede probarse la conexión histórica entre dos fenómenos, no deberán ser admitidos como una evidencia independiente. En algunos casos los resultados inmediatos de este método tienen un alcance tan amplio que figuran entre los mejores resultados que pueden ser obtenidos a través de estudios comparativos. Algunos fenómenos tienen una distribución tan inmensa que el descubrimiento de su incidencia sobre áreas continuas muy extensas prueba de inmediato que ciertas fases de la cultura en estas áreas han emergido de una fuente. Tales son las vastas porciones esclarecidas de la remota historia de la humanidad. Cuando Edward S. Morse demostró que ciertos métodos para el disparo de la flecha son peculiares en continentes enteros quedó inmediatamente aclarado que la práctica en común hallada sobre un área vasta tiene que haber tenido un origen en común. Cuando los polinesios emplean un método para hacer fuego consistente en frotar un palo a lo largo de una ranura, mientras casi todos los demás pueblos usan el sistema de hacer fuego horadando, esto demuestra que su arte en producir fuego tiene un origen aislado. Cuando notamos que la ordalía se encuentra en toda el África en ciertas formas peculiares, mientras que en aquellas regiones del mundo habitado que se encuentran lejos del África no se encuentra para nada o sólo de manera rudimentaria, esto demuestra que la idea tal cual es practicada en el África tiene solamente un origen aislado. La función mayor e importante del método histórico de la antropología parece encontrarse en su habilidad para descubrir los procesos que en casos definidos conducen al desarrollo de ciertas costumbres. Si la antropología desea establecer las leyes que gobiernan el crecimiento de la cultura no deberá limitarse a comparar solamente los resultados del crecimiento, sino que siempre que sea factible deberá comparar los procesos del crecimiento y éstos pueden ser descubiertos a través de los estudios de las culturas en áreas geográficas pequeñas.
Consecuentemente, se dice que todas las nociones de este carácter han tenido el mismo origen. Esto también es cierto cuando ninguna otra causa puede conducir a las mismas ideas. Hemos visto que los hechos para nada favorecen la presunción de la que hablamos; que más bien apuntan hacia la dirección contraria. Por lo tanto, debemos también considerar todos los intentos ingeniosos en la construcción de un gran sistema de la evolución de la sociedad como de un valor muy dudoso, a menos que al mismo tiempo se suministre la prueba de que los mismos fenómenos deben haber tenido siempre el mismo origen. Hasta que esto se haya llevado a cabo, la presunción está siempre a favor de una variedad de cursos que puede haber tomado el crecimiento histórico. Sería bueno exponer aquí uno de los fines principales de la investigación antropológica. Estamos de acuerdo en que existen ciertas leyes que gobiernan el crecimiento de la cultura humana y es nuestro empeño descubrir estas leyes. El objeto de nuestra investigación es encontrar los procesos por los cuales se han desarrollado ciertas etapas de la cultura. Las costumbres y creencias en sí no son los objetivos esenciales de la investigación. Deseamos conocer las razones por las cuales existen estas costumbres y creencias —en otras palabras, deseamos descubrir la historia de su desarrollo—. El método que más frecuentemente se aplica para las investigaciones de este carácter compara las variaciones bajo las cuales se producen estas costumbres o creencias y trata de hallar la causa psicológica común que es la razón fundamental de todas. He aseverado que este método está expuesto a una objeción muy fundamental. Tenemos otro método, que es más seguro en muchos aspectos. Un estudio detallado de las costumbres en su relación con la cultura total de la tribu que las practica, en conexión con una investigación de su distribución geográfica entre las tribus vecinas, nos suministra casi siempre un medio para determinar con considerable exactitud las causas históricas que condujeron a la formación de las costumbres en cuestión y a los procesos psicológicos que actuaron en su desarrollo. Los resultados de las investigaciones conducidas a través de este método pueden ser triples. Pueden revelar las condiciones del medio ambiente que han creado o modificado los elementos culturales; pueden aclarar factores psicológicos que actúan en la formación de la cultura; o pueden mostrarnos los efectos que las conexiones históricas han tenido sobre el desarrollo de la cultura. Tenemos en este método un medio para reconstruir la historia del crecimiento de las ideas con una mayor exactitud que la que permitiría la generalización del método comparativo. El último debe proceder siempre de un modo hipotético de desarrollo, cuya probabilidad puede ser sopesada más o menos exactamente por medio de los datos observados. Pero hasta el momento no he visto aún ningún intento extenso para probar la exactitud de una teoría verificándola sobre la base de desarrollos con cuyas historias estamos familiarizados. Forzar los fenómenos dentro de la camisa de fuerza de una teoría está opuesto al proceso inductivo mediante el cual pueden derivarse las relaciones reales de fenómenos definidos. Lo último no es más que el muy ridiculizado método histórico. Desde luego, su forma de proceder no es más la de tiempos pasados, cuando las pequeñas similitudes de la cultura eran consideradas como pruebas de parentesco, pero reconoce puntualmente los resultados obtenidos por los estudios comparativos. Su aplicación está basada, ante todo, en un territorio geográfico pequeño, bien definido y sus comparaciones no se extienden más allá de los límites del área cultural que forma la base del estudio. Solamente cuando se han obtenido resultados precisos con respecto a esta área está permitido extender el horizonte más allá de sus límites, pero deberá adoptarse la mayor precaución a fin de no proceder con demasiada premura, puesto que de lo contrario podría ser pasada por alto la proposición fundamental que he formulado antes, a saber: que cuando hallamos una analogía de rasgos simples de cultura entre pueblos distantes la presunción no es que haya habido una fuente histórica común, sino que han surgido independientemente. Por lo tanto, la investigación deberá demandar siempre la continuidad de distribución como una de las condiciones esenciales para probar la conexión histórica y deberá aplicarse más limitadamente la superposición de eslabones conectados perdidos. Esta clara distinción entre los métodos nuevos y los históricos antiguos todavía es pasada por alto por los apasionados defensores del método comparativo. No aprecian la diferencia entre el uso indiscriminado de similitudes de cultura para probar la conexión histórica y el estudio detallado minucioso y paulatino de los fenómenos locales. Ya no creemos que las ligeras similitudes entre las culturas de la América Central y del Asia Oriental son una prueba suficiente y satisfactoria de una conexión histórica. Por el otro lado, ningún observador imparcial negará que existen razones muy fuertes para creer que un número limitado de los elementos culturales hallados en Alaska y en Siberia tienen un origen común. Las similitudes en las invenciones, las costumbres y las creencias, junto con la continuidad de su distribución a través de un área limitada, son una prueba satisfactoria de la corrección de esta opinión. Pero no es posible extender esta área con seguridad más allá de los límites del Río Columbia en América y del norte del Japón en Asia. Este método de investigación antropológica está representado en nuestro país por F. W. Putnam y Otis T. Mason; en Inglaterra por E. B. Tylor; en Alemania por Friedrich Ratzel y sus seguidores. Parece necesario decir aquí alguna palabra con respecto a una objeción a mis argumentos que será elevada por los investigadores que pretenden que la similitud del entorno geográfico es un motivo suficiente para la similitud de la cultura, es decir, por ejemplo, que las condiciones geográficas de las planicies de la cuenca del Mississippi necesitan el desarrollo de una determinada cultura. Horatio Hale hasta llegaría a creer que la similitud de la forma del lenguaje podría deberse a motivos ambientales. El entorno posee un cierto efecto limitado sobre la cultura del hombre, pero no veo cómo puede ser justificado por cualquier suceso el punto de vista de que es el moldeador primario de la cultura. Una rápida revisión de las tribus y los pueblos de nuestro globo demuestra que pueblos muy diferentes en cultura y lenguaje viven bajo las mismas condiciones geográficas; como prueba de esto podríamos mencionar la etnografía del África Oriental o de Nueva Guinea. En ambas regiones hallamos una gran variedad de costumbres en áreas pequeñas. Pero más importante es lo siguiente: ningún hecho observado puede aportarse en apoyo de esta hipótesis que no puede ser mejor explicada por los bien conocidos hechos de la difusión de la cultura; porque la arqueología así como la etnografía nos enseñan que siempre ha existido el intercambio entre tribus vecinas y se ha extendido a través de enormes áreas. En el viejo Mundo los productos del Báltico hallaron su camino hacia el Mediterráneo y las obras de arte del Mediterráneo oriental llegaron a Suecia. En América las conchas del océano hallaron su camino hacia las partes más interiores del continente y las obsidianas del oeste fueron llevadas a Ohio. Los matrimonios entre razas distintas, la guerra, la esclavitud y el comercio han sido algunas de las fuentes de constante introducción de elementos culturales foráneos, de manera que tiene que haberse producido una asimilación de la cultura a través de áreas continuadas. Por lo tanto, me parece que donde no pueda demostrarse la existencia de una influencia inmediata del entorno entre tribus vecinas, la presunción deberá ser siempre a favor de la conexión histórica. Ha existido un período de aislamiento durante el cual los principales rasgos de las diversas culturas se desarrollaron de acuerdo con la cultura previa y el entorno de las tribus. Pero las etapas de la cultura que representa este período han sido ocultadas bajo lo que es nuevo y que es debido al contacto con tribus extrañas; por lo tanto, no pueden ser descubiertas sin la más cuidadosa aislación de los elementos extraños. Los resultados inmediatos de los métodos históricos son, por lo tanto, las historias de las culturas de las distintas tribus que han sido el objeto del estudio. Estoy totalmente de acuerdo con aquellos antropólogos que afirman que este no es el objetivo final de nuestra ciencia, porque las leyes generales, a pesar de estar implícitas en una descripción tal, no pueden ser claramente formuladas ni apreciado su valor relativo sin una perfecta comparación de la forma en la cual se manifestaron en las diferentes culturas. Pero insisto en que la aplicación de este método es la condición indispensable para un buen progreso. El problema psicológico está contenido en los resultados de la investigación histórica. Cuando hayamos aclarado la historia de una simple cultura y comprendido los efectos del medio ambiente y las condiciones psicológicas reflejadas en el mismo, habremos dado un paso hacia adelante, puesto que podremos investigar entonces hasta dónde las mismas causas u otras operaron en el desarrollo de otras culturas. De esta manera mediante la comparación de las historias del crecimiento es posible hallar reglas generales. Este método es más seguro que el método comparativo, tal como es usualmente practicado, porque en lugar de una hipótesis sobre el modo de desarrollo, la historia real forma la base de nuestras deducciones. La investigación histórica deberá ser considerada la verificación crítica que la ciencia deberá exigir antes de admitir los hechos como una evidencia. A través suyo deberá verificarse la posibilidad de comparación del material recolectado y deberá exigirse la uniformidad de los procesos como prueba de la posibilidad de comparación. Además, cuando puede probarse la conexión histórica entre dos fenómenos, no deberán ser admitidos como una evidencia independiente. En algunos casos los resultados inmediatos de este método tienen un alcance tan amplio que figuran entre los mejores resultados que pueden ser obtenidos a través de estudios comparativos. Algunos fenómenos tienen una distribución tan inmensa que el descubrimiento de su incidencia sobre áreas continuas muy extensas prueba de inmediato que ciertas fases de la cultura en estas áreas han emergido de una fuente. Tales son las vastas porciones esclarecidas de la remota historia de la humanidad. Cuando Edward S. Morse demostró que ciertos métodos para el disparo de la flecha son peculiares en continentes enteros quedó inmediatamente aclarado que la práctica en común hallada sobre un área vasta tiene que haber tenido un origen en común. Cuando los polinesios emplean un método para hacer fuego consistente en frotar un palo a lo largo de una ranura, mientras casi todos los demás pueblos usan el sistema de hacer fuego horadando, esto demuestra que su arte en producir fuego tiene un origen aislado. Cuando notamos que la ordalía se encuentra en toda el África en ciertas formas peculiares, mientras que en aquellas regiones del mundo habitado que se encuentran lejos del África no se encuentra para nada o sólo de manera rudimentaria, esto demuestra que la idea tal cual es practicada en el África tiene solamente un origen aislado. La función mayor e importante del método histórico de la antropología parece encontrarse en su habilidad para descubrir los procesos que en casos definidos conducen al desarrollo de ciertas costumbres. Si la antropología desea establecer las leyes que gobiernan el crecimiento de la cultura no deberá limitarse a comparar solamente los resultados del crecimiento, sino que siempre que sea factible deberá comparar los procesos del crecimiento y éstos pueden ser descubiertos a través de los estudios de las culturas en áreas geográficas pequeñas.
De modo que hemos visto que el
método comparativo puede tener la esperanza de alcanzar los resultados por los
cuales se esfuerza, sólo cuando base sus investigaciones en los resultados
históricos de las investigaciones dedicadas a poner en claro las complejas
relaciones de cada cultura individual. El método comparativo y el método
histórico, si puedo utilizar estos términos, han estado luchando por su
supremacía durante mucho tiempo, pero podemos esperar que cada uno hallará
pronto su lugar y su función apropiados. El método histórico ha alcanzado una
base más sana abandonando el principio desorientador de asumir conexiones
dondequiera que pudieran hallarse similitudes de cultura. El método
comparativo, no obstante todo lo que se ha dicho y escrito en su alabanza, ha
sido notablemente improductivo en resultados definidos, y creo que no será
fructífero hasta que renunciemos al vano empeño de construir una historia sistemática
uniforme de la evolución de la cultura y hasta que comencemos a hacer nuestras
comparaciones sobre la base más amplia y más segura que me he aventurado a trazar.
Hasta el momento hemos pasado demasiado tiempo en extravagancias más o menos
ingenuas. Nos queda aún por hacer la tarea efectiva.
/////////////
Comentarios
Publicar un comentario