T. ORSER / INTRODUCCIÓN A LA ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA

PRÓLOGO



En las últimas décadas, principalmente en Estados Unidos y Europa, se ha incrementado el interés de distintos investigadores en campos como la Arqueología Histórica y Arqueología Urbana. Sin embargo y a pesar de esta situación, no existía —a excepción del trabajo pionero de Stanley South “Method and Theory in Historical Archaeology” del año 1977, un texto en forma de manual básico que presentase una síntesis general con los lineamientos teórico metodológicos que han guiado el desarrollo de la arqueología histórica hasta la actualidad.

A pedido del Dr. Pedro P. Funari en 1992 y dirigido a los estudiantes de arqueología sudamericanos, el Prof. Dr. Charles E. Orser Jr. escribió “Introducción a la Arqueología Histórica”. Lamentablemente el libro sólo fue publicado en portugués. El éxito de esta obra fue tal, que el propio Orser decidió publicar junto al Dr. Brian M. Fagan una versión dirigida a los Estados Unidos titulada “Historical Archaeology” (1995).

En Argentina, como en el resto de Latinoamérica, la Arqueología Histórica ha experimentado en los últimos años, un crecimiento que se refleja en la aparición de mesas específicas en esta temática en congresos y encuentros científicos. No obstante y a pesar de ello, en nuestro país aún es difícil el acceso a bibliografía especializada. Tampoco existen libros en castellano, lo que se transforma en un obstáculo más para todos los estudiantes interesados en especializarse y trabajar en Arqueología Histórica.

Esta situación vuelve imperativa la publicación de una obra introductoria en español de carácter general, que brinde al lector un panorama completo sobre Arqueología Histórica. El libro del Dr. Orser, revisado y actualizado por el propio autor, cumple con este propósito ya que trata de manera clara y sintética los interrogantes más frecuentes para los que se inician en este campo, como por ejemplo: qué es la arqueología histórica?, por qué y cómo surge? cuáles son sus lineamientos teóricos principales? cómo trabaja? qué es un “sitio histórico”? cuáles son los materiales de más frecuente aparición y cómo se estudian?, entre otros. En síntesis, este trabajo puede ser considerado como punto de partida para todos aquellos interesados en transitar por los múltiples caminos que ofrece la Arqueología Histórica.

Acerca del autor.

El Dr. Charles E. Orser Jr. es quizás en este momento uno de los referentes más importantes a nivel mundial en Arqueología Histórica. Director de “International Journal of Historical Archaeology” ha publicado una serie de libros entre los cuales podemos mencionar Images of the Recent Past (1995), Historical Archaeology (1995), A Historical Archaeology of the Modern World (1996).

En la actualidad es profesor en la Illinois State University y Director del Midwestern Archaeological Research Center en la misma casa de estudios. Ha dirigido proyectos en diversos lugares de Estados Unidos y del Mundo, trabajando temáticas como la vida de los esclavos en las plantaciones algodoneras norteamericanas del siglo XVIII y XIX, asentamientos de negros cimarrones en Brasil y sitios de campesinos del siglo pasado en Irlanda. Cabe destacar también sus aportes teóricos al desarrollo de una Arqueología Histórica ligada al proceso de expansión e impacto del mundo capitalista.

Andrés Zarankin. Campinas, marzo de 1999.

1. INTRODUCCIÓN 

Este manual introductorio trata de Arqueología Histórica. Mi marco de referencia es la arqueología histórica tal como es practicada en el Nuevo Mundo, especialmente en Estados Unidos, ya que de allí proviene mi formación y mi experiencia. Entretanto, como demuestro, los intereses de la arqueología histórica van mas allá de Estados Unidos o América del Norte. Cada ejemplo que utilizo puede ser aplicado entre otros a América Latina, ya que esta región posee un gran potencial para trabajar en Arqueología Histórica. 

Mi objetivo en este pequeño libro consiste en ejemplificar lo que es la arqueología histórica, mostrar como esos arqueólogos dirigen sus investigaciones, como estudian los artefactos que encuentran y como usan las diversas fuentes de información disponibles. Antes de comenzar creo que el autor de un manual de este tipo debe explicar porque está calificado para escribirlo. 

Me inicié en la arqueología histórica en 1971 como estudiante de historia, apenas cuatro años después de fundada la mayor organización de arqueología histórica americana. Obtuve mi doctorado en antropología en 1980. Mi tesis se refiere a las transformaciones sociales y culturales ocurridas entre los siglos XVIII y XIX entre los indios “Arikara”, habitantes de las planicies centrales de los Estados Unidos, como resultado del tráfico de pieles con franceses, británicos y americanos. Posteriormente me interesé en el estudio de las plantaciones -“plantations”- americanas, excavando sitios en Carolina del Sur, Georgia y Louisiana. Actualmente enseño arqueología histórica en la Illinois State University, y dirijo las actividades del “Midwestern Archaeological Research Center”, en dicha universidad. 

Las razones que me llevaron a escribir este libro son muchas, sin embargo entre las principales se encuentra mi convicción de que todos los arqueólogos tienen ciertas responsabilidades. Entre ellas destaco especialmente dos. En primer lugar los arqueólogos tienen el deber de excavar los sitios de manera meticulosa y tratar los artefactos que se encuentran con el mayor de los cuidados, de manera de mostrar nuestro respeto por los objetos del pasado. La arqueología es un proceso destructivo ya que después de la excavación de un sitio, esa parte deja de existir. En general, quedan solamente los artefactos, las notas, registros y fotografías conservados por el arqueólogo. Los arqueólogos colectan informaciones de las cuales los artefactos constituyen apenas una parte. En el caso que el arqueólogo no tome los registros adecuados esa información se perderá irremediablemente para siempre. En segundo lugar, los arqueólogos están obligados a comunicar sus descubrimientos, tanto a otros colegas como para el público en general. Muchos arqueólogos piensan correctamente que los descubrimientos de la arqueología deben ser presentados como algo significativo y con sentido para las personas comunes en nuestra sociedad moderna. La arqueología no debería ser solo un campo de investigación importante sólo desde la perspectiva de otro arqueólogo. Creo firmemente que los arqueólogos debemos a los no-arqueólogos una explicación de lo que hacemos y de qué manera esto es significativo en la vida cotidiana de las personas. La arqueología histórica posee además una carga adicional en la medida de que buena parte de sus investigaciones se refiere a cuestiones ligadas al colonialismo y al imperialismo. Cuando se encaran estos temas, los arqueólogos históricos son frecuentemente forzados a hacer interpretaciones que pueden ser vistas como cargadas de implicancias políticas, al menos a partir de la percepción actual del pasado. 

Este libro no podría haber sido escrito sin el apoyo y la asistencia de mi esposa Janice y de Pedro Paulo Funari, profesor universitario en San Pablo. El Dr. Funari además de haberme dado el coraje de escribir este libro, amablemente lo tradujo al portugués, por estas razones le dedico este libro como reconocimiento a su devoción por la arqueología y la enseñanza. 

INTRODUCCIÓN A LA NUEVA EDICIÓN EN ESPAÑOL 

Resulta muy alentador que arqueólogos sudamericanos de diversos países continúen desarrollando una arqueología de la historia. Trabajos de varios investigadores a lo largo del tiempo han demostrado que la Arqueología Histórica puede ser abordada desde diferentes líneas, todas ellas igualmente válidas y provechosas. El acercamiento desarrollado en este libro ofrece una de las maneras posibles de estudiar nuestro pasado más cercano, empleando el poderío de un método que combina fuentes arqueológicas e históricas, desde una perspectiva antropológica. Mientras la Arqueología Histórica continua creciendo y desarrollándose, los arqueólogos históricos de todo el mundo tenemos mucho que enseñarnos unos a los otros. Estoy especialmente contento con que Andrés Zarankin haya gentilmente accedido a traducir este libro al español. Quisiera agradecer su esfuerzo, y su sincero compromiso con la Arqueología Histórica. 

Uno de los aspectos más interesantes de la arqueología es que las interpretaciones y las explicaciones son libres de ser modificadas a través del tiempo. Ya que las interpretaciones del excavador están influenciadas por sus experiencias, conocimientos y formación, existen diferentes visiones del pasado. Algunas de las mejores interpretaciones son aquellas generadas por hombres y mujeres que están íntimamente ligados a los lugares que estudian. En otros casos, se requiere de alguien de afuera para producir una visión nueva del pasado, una que no lleve el peso de preconceptos establecidos. Por ello es importante que los arqueólogos sudamericanos lleven a cabo la mayor cantidad posible de proyectos dentro de sus propios países, inclusive en colaboración con investigadores del exterior. 

La madurez que muchos arqueólogos históricos buscan para este campo sólo podrá desarrollarse una vez que muchas voces sean escuchadas y diversas opiniones expresadas. Es mi esperanza que este pequeño libro pueda contribuir al crecimiento de la Arqueología Histórica Sudamericana, incluso de formas que ahora no puedo imaginar. 

2. QUÉ ES LA ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA? 

Definiendo el Campo. 

Ya que existe un campo llamado “arqueología histórica”, es fácil pensar que posee una única definición con la que todo el mundo acuerda. Infelizmente éste no es el caso, ya que existen diferentes formas de caracterizar este campo. Para explicar las divergencias, debo antes exponer la naturaleza del problema. 

Parte del problema ocurre porque la arqueología histórica como una subdivisión autónoma de la arqueología, tiene apenas cerca de treinta años de existencia. De esta manera, y a pesar que la arqueología histórica venga siendo practicada en los Estados Unidos por arqueólogos profesionales desde 1930, el campo de investigación recién fue organizado oficialmente en la década de los `60. En el año 1960, fue establecida la “Conference on Site Archaeology” y en 1967, la “Society for Historical Archaeology”, actualmente la mayor organización profesional de arqueología histórica. En 1967 también fue creada en Inglaterra la “Society for Post-Medieval Archaeology”. A pesar de que la arqueología histórica y la arqueología postmedieval estudian el mismo período histórico y las mismas culturas, con la salvedad de que en contextos distintos, existen sin embargo importantes diferencias entre ellas. Esta diferenciación ayuda a definir con mayor precisión a la arqueología histórica. 

En América del Norte, los arqueólogos efectúan un corte en dos grandes períodos temporales: prehistoria e historia. El primero, dominio de estudio de arqueólogos prehistóricos, se inicia con las más antiguas ocupaciones aborígenes del continente, cerca del 10.000 AC., y termina con la presencia de colonos europeos. El período histórico, época estudiada por la arqueología histórica, comienza con los europeos y se extiende hasta el presente. Estos dos períodos existen en cualquier parte del Nuevo Mundo con presencia de europeos. América, en el período prehistórico, fue solamente habitada por pueblos nativos, en cuanto en época histórica otros pueblos comienzan a habitar estas mismas regiones. 

La situación histórica era muy diversa en Inglaterra y en Europa en general, lugar donde se practica arqueología postmedieval, ya que pueblos frecuentemente ascendían de los mismos grupos prehistóricos. Por ejemplo, a pesar de que Inglaterra haya sido invadida muchas veces, los pueblos prehistóricos pueden ser relacionados sin grandes problemas a las poblaciones actuales de ese país. La población inglesa actual es el resultado de una largo proceso histórico en las Islas Británicas. En el Nuevo Mundo, los pueblos aborígenes prehistóricos eran claramente los ancestros de las poblaciones indias modernas, sin embargo resulta difícil establecer los lazos entre ellos. A esto se suma que de todas formas muchos indios en América fueron exterminados o se transformaron radicalmente debido al contacto con los europeos, este último tema es el de estudio tradicional de la arqueología histórica. 

En el Nuevo Mundo, la diferencia entre los períodos prehistórico e histórico parece fácil de entender, excepto por el hecho de que el inicio del período histórico no siempre es fácil de determinar. Al menos dos razones explican esta dificultad. En primer lugar la presencia más antigua de europeos en América es en general difícil de documentar. Muchos viajantes, como los más antiguos exploradores de América del Sur, dejaron con frecuencia apenas pequeños trazos de sus visitas. Sus sitios son difíciles de localizar, y cuando son hallados, son complicados de estudiar ya que la duración de su estadía fue demasiado breve. El segundo problema deriva de cuestiones surgidas por la presencia de artefactos europeos en sitios indígenas: recibieron estos indígenas aquellos ítems exóticos de los europeos o de otros indios, los cuales a su vez pueden haber sido recibidos de otros indios o de europeos? Las fechas de los verdaderos contactos directos con europeos, en general consideradas como delimitadoras del inicio del período histórico, son difíciles y muchas veces imposible de establecer. Como resultado, el inicio de período apenas puede ser establecido a nivel regional, y con frecuencia, de manera imprecisa. 

En la tentativa de resolver el problema de decidir cuando comienza el período histórico, los arqueólogos del Nuevo Mundo diferencian tres momentos: prehistórico, protohistórico e histórico. El primero es considerado generalmente como el tiempo durante el cual los exploradores europeos visitan sitios indígenas. Este es el período colonial, un momento en el cual los asentamientos indígenas entran en contacto con los colonizadores que están intentando establecer sus propios asentamientos en lo que para ellos son tierras nuevas y extrañas. 

En 1965, Bernard L. Fontana generó una clasificación de sitios históricos con el objetivo de ayudar a definir el dominio de la arqueología histórica. De esta manera diferencia sitios “protohistóricos”, en los cuales los indígenas, a pesar de no haber tenido contactos directos con los colonizadores, poseen objetos europeos; sitios “de contacto”, habitados por indios durante la época de asentamiento europeo; sitios “postcontacto”, ocupados por indios después, y no antes, del contacto directo con los europeos; sitios “de frontera”, en los cuales ocurren contactos recurrentes entre indios y europeos y sitios “no aborígenes”, en los que los aborígenes estaban ausentes o representados de manera minoritaria. 

Lamentablemente a pesar de que esta clasificación sea interesante y ayude a explicar el centro de atención de la arqueología histórica, no resuelve el problema de como distinguir los períodos prehistóricos e históricos. Su punto de partida es la cultura indígena, objeto de estudio de los arqueólogos prehistóricos del Nuevo Mundo. Muchos de estos arqueólogos prehistoriadores han trabajado en sitios indígenas que son básicamente prehistóricos, a pesar de que posean algunos pocos objetos europeos. Estos sitios, aunque “históricos”, son estudiados en general utilizando métodos, ideas y cuadros referenciales de la arqueología prehistórica. 

Otros arqueólogos prefieren definir la arqueología histórica como un tipo de arqueología que estudia sitios que están asociados a pueblos o lugares que se consideran de gran valor histórico. Definida de este modo, la arqueología histórica centra su atención en los colonizadores, dejando de este lado los pueblos nativos contactados. Este abordaje lleva en general a que se estudien sitios asociados a los miembros de la élite de la sociedad, porque esta es la gente que es considerada como de valor en la historia dentro de la ideología dominante de muchas sociedades. 

Estas dos definiciones de arqueología histórica se centran en la misma cuestión, pero desde perspectivas diversas. En el primer caso, la arqueología histórica está encarada en relación con los pueblos indígenas, y en la segunda, en relación a los colonizadores. Ambas perspectivas, aunque aparentemente distintas, se refieran al mismo problema: la creación de un mundo nuevo a través de la interacción de pueblos como resultado de un sistema cultural, tecnológico y económico que propiciaba la exploración y colonización de nuevas tierras. Aunque esta visión parezca etnocéntrica, en verdad no lo es. De hecho este abordaje no es etnocéntrico porque significa que la arqueología histórica no puede basarse exclusivamente en los personajes y los lugares “famosos”, pudiendo estudiar personas que no pertenecían a la élite, como esclavos, operarios e inmigrantes exiliados de sus patrias. Lo que en verdad distingue a la arqueología histórica no es el período histórico estudiado (histórico o prehistórico), o los pueblos contactados por los europeos (varios pueblos indígenas), o los propios colonizadores europeos (portugueses, ingleses, franceses, entre otros), ni siquiera los grupos populares (esclavos africanos, trabajadores inmigrantes, etc.), sino por el contrario, cómo cada elemento se adaptó y fue transformado por el proceso que desde el inicio llevó al europeo a establecer asentamientos coloniales en todo el mundo, y posteriormente, a formar nuevas naciones. 

Teniendo en cuenta esta consideración, la definición de arqueología histórica que está emergiendo actualmente la caracteriza como el estudio arqueológico de los aspectos materiales —en términos históricos, culturales y sociales concretos— de los efectos del mercantilismo y del capitalismo traídos de Europa a fines del siglo XV y que continúan en acción hasta hoy (figura 1) Obviamente considerada de esta manera, la arqueología histórica abarca un campo con intereses amplios. Sin embargo como arqueología, el foco de atención se centra en las manifestaciones materiales del mundo, en rápida transformación, después del 1500 d.C. Temas que la arqueología histórica puede estudiar incluyen los tipos de artefactos traficados por los indígenas, las transformaciones sociales en las sociedades indígenas como consecuencia de la introducción de estos elementos europeos, los asentamientos y la cultura de los esclavos africanos, la arquitectura y las plantas de los fuertes europeos y ciudades coloniales, la relación de artefactos y clases económicas entre trabajadores urbanos, entre otros. Así, a pesar de que la arqueología histórica examine cuestiones que puedan interesar a distintos investigadores —historiadores, economistas, geógrafos, entre otros—, su mayor atención se vuelca en los aspectos materiales del pasado, y el modo como éstos son usados para mantener y crear vida en todas sus manifestaciones. 


GRANDES TEMAS EN LA ARQUEOLOGÍA DEL NUEVO MUNDO

          PREHISTÓRICA                                                       HISTÓRICA

 Origen de los pueblos nativos                         Sociedad, historia y culturas nativas

 Sociedad, historia y cultura nativa.                Sociedad y cultura de la colonización europea 

 Interacciones pre o no capitalistas                 Interacciones mercantilistas y capitalistas

Figura 1


La arqueología histórica, es historia o antropología? 

El problema de la definición del campo de la arqueología histórica deriva de una cuestión muy importante referida a su conceptualización como parte de la historia o de la antropología. La respuesta a esta cuestión dominó gran parte de la discusión teórica en el interior de este campo, ya que la perspectiva del arqueólogo en relación a este punto, en arqueología histórica puede determinar la dirección y el sentido de la investigación. 

Para algunos profesionales, la arqueología histórica pertenece realmente a la historia, estudiando en particular documentos provenientes del suelo, además de los documentos de los archivos. Desde esta perspectiva un fragmento de un plato posee la misma utilidad para la comprensión del pasado que un manuscrito antiguo; ambos son “documentos” que brindan información sobre el pasado. Los arqueólogos que mantienen este punto de vista tienden a conducir sus investigaciones arqueológicas como un estudio histórico y suelen centrar sus preguntas en aquellos temas que consideran de importancia histórica. Los investigadores en arqueología histórica que mantienen esta perspectiva suelen interesarse por ejemplo en interrogantes tales como, cuándo un sitio fue construido, cómo fue construido, para qué y por quién fue ocupado, y cuánto tiempo continuó en uso. 

Este punto de vista tiene sentido —pues toda arqueología es un estudio de historia, de una manera u otra—, pero el problema es, que al menos en Estados Unidos, casi todos los arqueólogos son formados en antropología. En general esta educación en arqueología ocurre en departamentos de antropología y no en los departamentos de historia (con excepción de arqueología clásica). Cuando la arqueología es considerada parte de la antropología, ésta es encarada como un medio de comprensión de los procesos y tradiciones que operan en sociedades y culturas. Los arqueólogos son una especie de etnógrafos, que en vez de brindar informaciones sobre culturas vivas, recuperan información sobre culturas muertas, antiguas o de principios del período moderno. La arqueología, por tanto, ofrece instrumentos para comprender ciertos problemas generales enfrentados por los seres humanos —el desarrollo urbano, la división social del trabajo, relaciones de parentesco, entre otros—, independientemente de cuando vivieron. La arqueología histórica simplemente permite el estudio de estas cuestiones en un pasado reciente. Los documentos históricos por lo tanto son considerados “artefactos", algo producido por la acción humana consciente. 

Cuál de estos enfoques —histórico o antropológico— dominaría la arqueología histórica, fue un gran tema de discusión entre los años 1960 y 1970, período de formación y desarrollo inicial de esta disciplina. A pesar de que esa cuestión no haya sido nunca verdaderamente resuelta, la gran mayoría de arqueólogos diría hoy que su campo de investigación comprende tanto la historia como la antropología, además de un gran número de campos relacionados, incluyendo a la geografía histórica y cultural, la economía política, y la cartografía. La arqueología histórica no es ni historia, ni antropología, ni siquiera una conjunción de las dos. Simplemente es un gran campo de investigación que combina un gran número de abordajes. Cuestiones “históricas” y “antropológicas”, no son necesariamente opuestas, ya que la mayor parte de los problemas antropológicos poseen una base histórica, y muchos problemas históricos involucran cuestiones claramente antropológicas. Los buenos arqueólogos deberían ser capaces de estudiar ambos tipos de problemas en relación a sus sitios. ¿Para qué sirve un conocimiento cultural sobre los habitantes de un sitio sin datos sobre cuándo éste fue construido o cuanto tiempo fue utilizado? De la misma manera, para qué sirve el conocimiento sobre cuándo el sitio fue construido y por cuánto tiempo fue ocupado, sin alguna idea sobre la cultura y los habitantes que allí nacieron, dormían, trabajaban y morían. Los problemas científicos de la arqueología histórica, así como ocurre en la prehistórica y en otros tipos de arqueología, se refieren a temas históricos, culturales y sociales. Lo que diferencia a la arqueología histórica es su foco de atención en el pasado reciente o moderno, un pasado que incorporó muchos procesos, perspectivas y objetos materiales que todavía están siendo usados en nuestros días. Estos elementos históricos del pasado reciente constituyen el mundo moderno, y gran parte de esta constitución, aunque extremadamente compleja de entender, esta relacionada con objetos materiales. 

Como Chandra Mukerji demuestra en su libro “From Graven Images: Patterns of Modern Materialism”, los objetos materiales poseen muchas características que apenas pueden ser entendidas en términos, tanto de la historia, como de la cultura. Los Objetos, por su propia presencia física establecen condicionamientos para el comportamiento humano e inducen al hombre a actuar, o a cambiar sus acciones de acuerdo con ítems materiales. Por ejemplo, la impresión y circulación de mapas y narraciones de viajantes, conjuntamente con un progreso en las tecnologías de construcción de navíos, posibilitó —en asociación con una atmósfera económica favorable— que diversos pueblos explorasen nuevas tierras, dispersando ideas materialistas del inicio de la era moderna de Europa a través del mundo. Como observa Mukerji “Objets can help to make autonomous forces out of ideas by remaining in the physical environment long after their production”. La arqueología histórica brinda un medio único de examinar la difusión del materialismo de origen europeo a través del mundo, el impacto que estas ideas sobre la acumulación de artefactos ejerció en diferentes pueblos, y el modo como respondieron a estos desafíos. Obviamente, estos problemas no pertenecen ni a la antropología ni a la historia, sino al estudio científico en general de la vinculación entre el pasado y el presente. 

El carácter multidisciplinar de la arqueología histórica significa que ella posee una amplia gama de fuentes de información. Los materiales específicos que están disponibles pueden variar, dependiendo del sitio que está siendo estudiado, y algunos tipos de fuentes generalmente son utilizables por el arqueólogo. Estas fuentes serán tratadas en el próximo capítulo. 

3. LAS DIFERENTES FUENTES DE LA ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA 

La arqueología histórica usa una serie de fuentes de información en su investigación. Las principales son los artefactos y las estructuras, la arquitectura, los documentos escritos, las informaciones orales y las imágenes pictóricas. Cada una de ellas es usada por la arqueología histórica de manera específica. 

Artefactos y estructuras. 

Tanto la arqueología prehistórica como la histórica estudian artefactos. Los arqueólogos definen artefactos como aquellos ítems hechos o modificados como resultado de la acción humana. Estos incluyen fragmentos de cerámica, herramientas, obras de arte, mesas, botellas y todos los otros objetos que presentan alguna evidencia de acción humana en su manufactura. Así como en la arqueología prehistórica, estos artefactos son estudiados en relación a sus métodos de manufactura, las materias primas con los que se construyeron, dónde fueron producidos, para qué servían, y cómo fueron encontrados. Artefactos que normalmente serían encontrados y estudiados por arqueólogos prehistoriadores incluyen cuchillos, objetos líticos, puntas de flecha de piedra, objetos de cerámica, herramientas hechas de hueso, entre otros. La arqueología histórica estudia los objetos que son semejantes, tanto en forma como en función, a aquellos que hoy continúan en uso: floreros de cerámica pintados en azul, verde, rojo y amarillo; botellas de vidrio usadas como recipientes de vino, remedios u otros líquidos; pistolas; botones; relojes; entre otros. 

Los artefactos son, evidentemente, elementos de extrema importancia para los arqueólogos. Como escribe el gran pensador social Lewis Mumford, “Material artifacts may stubbornly defy time, but what they tell about man´s history is a good deal less than the truth, the whole truth, and nothing but the truth”. Consecuentemente además de los propios artefactos, los arqueólogos prehistóricos y los históricos, se interesan por el contexto en el cual están insertos. El contexto se refiere a la localización exacta del artefacto, en términos verticales y horizontales, en un sitio arqueológico. Los arqueólogos, pueden muchas veces aprender bastante sobre las funciones de artefactos y de sitios a partir del examen de objetos encontrados en asociación directa con ellos. Un artefacto y su contexto son dos tipos de información que los arqueólogos obtienen de sitios arqueológicos. 

Tanto la arqueología prehistórica como la histórica también estudian objetos que fueron usados y modificados por pueblos antiguos, pero que no necesariamente fueron producidos por ellos. Estos objetos incluyen fibras y semillas de plantas, y huesos de animales. Los arqueólogos pueden aprender mucho sobre las dietas alimentarias de los pueblos antiguos a través del estudio de los tipos de comidas disponibles en su ambiente natural, y el modo como esas comidas eran usadas en diferentes culturas. En sus estudios, los arqueólogos con la asistencia de especialistas altamente capacitados, intentan determinar las especies explotadas como comida, la cantidad de calorías que represente esa dieta, y la variedad de especies domésticas y salvajes consumidas. 

Ambos campos de investigación arqueológica se preocupan también de estudiar las estructuras encontradas en los sitios. Una estructura es cualquier evidencia de presencia humana que no puede ser removida del sitio, pero que brinda abundante información sobre las actividades desarrolladas por él. Por ejemplo estructuras prehistóricas incluyen pozos para almacenamiento o para basura, agujeros de fogones, trincheras de empalizadas y cimientos; las estructuras históricas incluyen pozos, trincheras, pozos sanitarios, cimientos, entre otros. 

Además de estas estructuras, generalmente pequeñas, hay otras de tamaño tan grande que pueden ser consideradas como parte del paisaje cultural. En arqueología prehistórica estas estructuras engloban colinas usadas como templo o lugar de sepultamiento, monolitos (grandes piezas de piedra) y trincheras. En arqueología histórica, estas grandes estructuras incluyen en general, casas, fuertes y otras edificaciones. También, diversos pueblos históricos continúan construyendo estructuras con barro —como fuertes y empalizadas—. La mayor parte de las estructuras de época histórica, al menos mientras más nos aproximamos al presente, fue construida en piedra, ladrillos y argamasa. Es por la utilización de estos materiales sólidos, por la implementación de técnicas constructivas adecuadas, y la cercanía en el tiempo, que muchas de estas estructuras están todavía en pie. La presencia de estas arquitecturas en buen estado permiten obtener informaciones que en general no están disponibles para los prehistoriadores. Estas arquitecturas monumentales, incluyendo puestos militares imponentes, como el Fuerte Jesús, construcción portuguesa del siglo XVI en África Oriental, el Fuerte Louisbourg, francés del siglo XVIII, en Nueva Escocia (Canadá), también obras industriales como las ciudades mineras del nordeste de Michigan, o las plantaciones en Illinois, o las barracas de esclavos en Luisiana, entre otros— funcionan como artefactos en superficie. 

Arquitectura 

Los edificios pueden ser considerados como importantes fuentes de información en arqueología histórica. Existen dos tradiciones que pueden ser consideradas: La académica y la vernácula. La tradición académica, llamada también “alta arquitectura”, es aquella tradición de construcción enseñada y practicada por los arquitectos profesionales. Esta puede ser dividida en diversos estilos —clásico, griego, romano, gótico, rococó, entre otros.—, cuyas características son de fácil identificación. La arquitectura vernácula, por otro lado, consiste en estilos que reflejan la tradición cultural más que formas arquitectónicas puras. Este tipo de arquitectura suele evidenciar las verdaderas actitudes y creencias de los pueblos de manera más clara que la arquitectura académica. De todas formas, ambas, con el correr del tiempo, tienden a interactuar e influirse recíprocamente. 

El arqueólogo James Deetz presenta un estudio interesante de la antigua arquitectura americana en su libro “In Small Things Forgotten”. A través del uso de diversas fuentes, Deetz demuestra como los colonizadores ingleses establecidos en Nueva Inglaterra, transformaron su arquitectura con el transcurso del tiempo. Al principio, los colonizadores construían casas en estilos arquitectónicos que conocían de Inglaterra. Con el correr del tiempo y el aislamiento de su patria, sus estilos de construcción se volvieron cada vez más diferentes a los originales ingleses, se “americanizaron”, y también comenzaron a diferenciarse por regiones. Ya no era posible relacionar con facilidad estilos específicos a estilos académicos británicos, a pesar de que las casas hayan mantenido algunos elementos de las formas académicas puras. Estas formas, de todas maneras, fueron llevadas a cabo de manera que mezclaron, con originalidad, estilos académicos con formas vernaculares. 

Otro resultado importante en las investigaciones de Deetz se relaciona con el hecho de que, con el tiempo, las casas coloniales inglesas en América del Norte, comienzan a reflejar un interés creciente en la creación de espacios individualizados. Así, mientras las casas más antiguas tendían a contener espacios que podían ser utilizados por todos los miembros de la familia, en casas más recientes estos espacios comunitarios fueron divididos en áreas que podían ser utilizados por apenas uno o dos miembros de las mismas. Posteriormente, actividades específicas —como comer, cocinar, y dormir— fueron completamente separadas unas de otras. 

Una de las razones que permiten que cuestiones sociales sean plausibles de abordar a partir de estructuras arquitectónicas se relacionan con el descubrimiento, por parte de los arqueólogos, de que éstas pueden ser “leídas” de la misma forma que los niveles arqueológicos del suelo. Todos los arqueólogos estudian los suelos en los cuales se encuentran artefactos a fin de obtener informaciones sobre cuando esos artefactos fueron depositados, y que fuerzas naturales —viento, lluvia, inundaciones actuaron después de la depositación original. Lo mismo ocurre en relación a las estructuras arquitectónicas. 

Los edificios al ser examinados con cuidado, producen informaciones sobre cuándo fueron construidos, o si hicieron reformas y cuáles eran los espacios más importantes. Las capas de pintura y papel de la pared pueden ser “excavadas”, como si fuesen niveles de sedimento, para descubrir los colores o dibujos que estaban de moda o eran accesibles a los habitantes en determinados momentos del pasado. Identificar cuáles ventanas y puertas fueron cerradas o agregadas puede permitir discutir cuándo fueron construidas, o para documentar aumentos en el tamaño de la familia y posiblemente de la riqueza. Alteraciones en el tamaño de los ambientes a través del tiempo, también pueden ser usadas como medida para estudiar las transformaciones y los cambios en las actitudes sociales u culturales. Por ejemplo, con el cambio de siglo la mayoría de las plantaciones en el centro de los Estados Unidos, fueron construidas con cocinas enormes. Esto era necesario porque la mayoría de los propietarios solía tener familias numerosas en aquel tiempo, y también porque la cocina era en general la principal área de actividad de la familia. Además de eso, las mujeres —que comúnmente tenían un papel de importancia en la economía de la plantación, cuidando las huertas y la preparación diaria de las comidas que provenían de ella— usaban la cocina como un área de producción de la plantación. Hoy en día, pocas casas son construidas con cocinas tan grandes, ya que pocos agricultores poseen familias numerosas y porque la agricultura está tan mecanizada, que las mujeres no tienen el mismo rol para garantizar el funcionamiento de la plantación. Éstas, en la actualidad en Estados Unidos, son menos autosuficientes que antes, y sus casas reflejan esta transformación. 

Además de las construcciones domésticas, edificaciones no-domésticas para uso específico pueden también haber sobrevivido en sitios históricos. Estas estructuras incluyen calderas, ahumaderos, galpones, entre otras construcciones externas. Algunos fuertes militares, tal vez reconstruidos por un ejército conquistador, también pueden mantenerse en pie. Lo mismo se aplica a misiones religiosas que fueron originalmente construidas con el propósito de convertir a los pueblos nativos al cristianismo, pero que en el presente, son utilizadas para funciones religiosas regulares. Tales edificios, vistos por no arqueólogos como predios bonitos, brindan al arqueólogo indicios del pasado que de otra manera muchas veces serían extremadamente difíciles de visualizar. 

Documentos Escritos. 

En arqueología histórica los documentos escritos son tan importantes como los artefactos y los edificios. Sin duda una de las características distintivas de la arqueología histórica proviene de la información adicional que brindan estos documentos. De hecho, Deetz resaltó que la “capacidad de leer y escribir del pueblo estudiado es la característica que diferencia a la arqueología histórica de la prehistórica”. Inclusive, a pesar de que considere que lo que dice Deetz es parcialmente correcto —porque para mí lo que las separa en el estudio, es que arqueología histórica se ocupa de la vida mercantil capitalista (que incluye la alfabetización)— él tiene razón en la medida en que la disponibilidad de documentos escritos, por y sobre el pueblo que otrora vivió en lo que hoy son sitios arqueológicos, hace de la arqueología histórica un tipo único de estudio en el contexto del Nuevo Mundo. Estos documentos permiten que los arqueólogos trabajen parcialmente como historiadores, ya que deben interpretar documentos escritos de la misma manera que ellos. Además los arqueólogos deben saber cómo integrar la información proveniente de los documentos en sus investigaciones arqueológicas. 

Historiadores y arqueólogos usan tanto fuentes históricas primarias como secundarias. Estas últimas son aquellas que fueron producidas por personas que no testimoniaron los acontecimientos del pasado, incluyendo los libros escritos por los historiadores. Este tipo de fuente es importante para ambos profesionales, porque puede revelar el progreso del conocimiento histórico en determinados períodos, las cuestiones que eran consideradas de importancia y el tipo de concepciones que eran compartidas por los historiadores en épocas pasadas. Las fuentes secundarias están constantemente siendo reescritas por los historiadores, en la medida en que nuevos datos son descubiertos, nuevas interpretaciones son propuestas, inclusive bajo la influencia de cambios en las actitudes y sensibilidades sobre lo que es considerado relevante. 

Todos los trabajos históricos secundarios se basan en fuentes primarias, o sea escritos de valor histórico que fueron producidos por observadores directos o por personas contemporáneas de los acontecimientos relatados. Algunos documentos primarios que historiadores y arqueólogos usan con frecuencia: son los registros oficiales (certificados de nacimiento, de defunción, materiales de diversos relevamientos, estadísticas oficiales, entre otros.), y los registros personales (cartas, diarios y memorias). Estos registros son importantes para los arqueólogos, ya que brindan información sobre el pasado que generalmente no está disponibles en ninguna otra fuente. 

Los registros históricos brindan lo que los antropólogos llaman información “etic” y “emic”. La primera refiere a la visión de un grupo sobre otro distinto –exterior–, y la segunda a la visión que ese grupo posee de sí mismo. Las fuentes secundarias serán por tanto siempre “etic”, mientras que los registros primarios podrán ser tanto “emic” como “etic”. 

Estos conceptos son más fáciles de comprender a través de un ejemplo. Supongamos que existan dos documentos sobre una plantación sudamericana del siglo XVIII, uno escrito por un viajante alemán, y otro por un esclavo fugitivo. Se esperaría que la situación de la comunidad de esclavos sea presentada de forma diversa en cada uno de ellos. El comentario del viajante brindaría una visión “etic”, ya que él está fuera de esa comunidad. Su percepción de los esclavos está limitada por su propia experiencia, incluyendo comprensiones e incomprensiones, ya que no posee una experiencia directa y duradera de la vida en la plantación. Por el contrario, la percepción del esclavo fugitivo debería ser completamente diferente, su narrativa representaría una visión desde el interior, es decir “emic”. Cuando confrontamos las dos, puede parecer que se refieren a lugares distintos uno del otro. Los arqueólogos, tanto como los historiadores, deben aprender a distinguir las diferentes visiones que existen sobre el pasado, las cuales pueden ser verdaderas en algunos sentidos, cada una a su manera. 

Los documentos históricos constituyen una importante fuente de información que los arqueólogos pueden utilizar para conocer el pasado en relación a asentamientos y sus habitantes. También permiten, tanto a los arqueólogos como a los historiadores, proponer interpretaciones relevantes y potencialmente significativas. Por ejemplo, algunos arqueólogos utilizan registros de alimentación de esclavos en plantaciones en asociación con colecciones de huesos de animales provenientes de las barracas de este grupo. Esta comparación permitió ver que en algunos casos los esclavos no recibían la alimentación que los patrones indicaban en sus registros. Al confrontar huesos de animales obtenidos con registros históricos se obtiene un relato que ninguna de las fuentes de información de manera independiente podría dar. 

A pesar de su importancia, el uso de documentos históricos en relación a sitios arqueológicos de épocas históricas, genera una paradoja. Por un lado, la información adicional que los documentos pueden ofrecer, aumenta enormemente el poder de interpretación de la arqueología histórica. El material histórico contribuye de manera relevante para comprender los datos arqueológicos. Por otro lado, esta disponibilidad de documentación histórica sobre los sitios arqueológicos llevó a algunas personas a preguntarse: ¿por qué excavar, si hay documentos escritos? En otras palabras, ¿por qué permitir que un arqueólogo excave un sitio, si un historiador puede brindar prácticamente las mismas informaciones? Por lo tanto el uso de documentos fue tanto una ventaja para la arqueología histórica, en términos de la investigación, como una desventaja, ya que el poder informativo de ésta quedó cuestionado, sobre todo por aquellos que consideran a la arqueología como una actividad lenta y costosa. 

Existen varias cuestiones relativas a la presencia de documentos escritos en períodos históricos, que son válidas y deben ser consideradas. Por ejemplo, los arqueólogos a través de la experiencia en su propia investigación aprenden que la aplicación de documentos primarios a sitios arqueológicos presenta ciertos problemas. En primer lugar estos textos pueden ser imprecisos, conteniendo datos falsos desconocidos por el propio autor. Es posible que aparezcan declaraciones en estos documentos, que pueden no reflejar la realidad de una situación específica pasada, o inclusive, referirse simplemente a lo que el autor pensaba, sabía o recordaba al respecto. Un escritor de la época simplemente puede estar errado. 

En segundo lugar, fuentes primarias pueden contener falsificaciones conscientes. El registro de declaraciones erróneas podría ocurrir por cualquier motivo, incluyendo invención, autopromoción o simplemente falsedad. En cualquiera de los casos, la arqueología histórica puede servir para corregir el registro escrito, el cual de otro modo podría ser considerado como verdadero. 

En tercer lugar, puede que no hayan existido documentos primarios para todo el período de ocupación de un sitio. Por ejemplo, son raros los documentos referentes a sitios después de su abandono, sin embargo los arqueólogos deben excavar todos los niveles que hay en un sitio. Una casa abandonada en 1780 puede haber sido usada como depósito de basura por la población local en el período entre 1785 y 1820. Los registros históricos mencionarían probablemente las actividades de los habitantes de la casa, y no la utilización posterior del lugar como basurero. En estos casos la arqueología histórica ayuda a completar el registro histórico escrito, brindando de esta manera un panorama más completo del pasado. 

Finalmente, los registros escritos a menudo no mencionan en general los aspectos comunes de la vida cotidiana, exactamente el tipo de información que los arqueólogos quieren conocer. La gran mayoría de aquellos que dejaron relatos de sus vidas, casi nunca mencionan por ejemplo la localización de las letrinas o con que frecuencia se cambiaban de lugar. Los posibles escritores tendrían un cierto pudor de escribir sobre estas cosas, o simplemente podrían considerar tales aspectos de sus vidas demasiado banales para ser relatadas, y que no interesaban a nadie. De manera similar, pocos autores históricos escribieron sobre los tipos de platos con los cuales comían, o sobre el color de las botellas que usaban. Estos aspectos comunes del pasado son de importancia vital para la arqueología histórica, pero escasamente mencionados. 

Los registros históricos, los artefactos, las estructuras arqueológicas y los edificios todavía en uso son importantes para la arqueología histórica, pero no constituyen la totalidad de las fuentes disponibles. Existen otras, como la información oral y la pictórica, éstas generalmente disponibles sólo para sitios más recientes. 

Información Oral 

La información oral, a semejanza de los documentos escritos, brinda datos sobre sitios arqueológicos de un período histórico que en general no están disponibles en otras fuentes. La información oral suele adquirir gran importancia en los casos en que el arqueólogo está estudiando un sitio que fue ocupado en tiempos todavía presentes en la memoria de la gente. Lo mismo ocurre en casos en los que se desea conocer la historia de un sitio una vez abandonado por el pueblo que originalmente lo construyó y lo utilizó. 

Una investigación arqueológica estaría en mejores condiciones para interpretar la historia de un sitio dado, sabiendo que el terreno fue sembrado en el año 1940, o que fue utilizado como un lugar de reunión popular en los años 50. Este tipo de información puede no figurar en fuentes escritas, y sin embargo, ser central para la comprensión completa de dicho sitio. Consecuentemente la información oral puede ser entendida como la historia que las personas comunes llevan consigo. Obviamente, los transmitidos oralmente puede ser de carácter “etic” o “emic”. Cuando está basada en la experiencia directa, la información oral cubre un rango temporal cercano a los ochenta años a partir de la actualidad. 

La información oral puede ser usada en sitios arqueológicos de dos maneras: como complemento y suplemento de la información arqueológica y escrita, y como fuente de nueva información. Estos usos son extremadamente importantes en muchas investigaciones de arqueología histórica. 

Utilizada como suplemento sobre detalles previamente conocidos del pasado, esta fuente, ayuda a la arqueología histórica, tanto en términos específicos como generales. En relación a los artefactos, por ejemplo, puede ser empleada para mostrar como un ítem material específico era producido y usado. Esto es particularmente importante para documentar estilos de arquitectura vernacular –que por lo general no merecieron comentarios escritos en su propia época–, y también para identificar la funcionalidad de los objetos en el pasado. En un sentido más amplio, el conocimiento específico de sitios y artefactos puede brindar ayuda para construir contextos que permitan interpretar los objetos, contribuyendo así a que el arqueólogo acceder a una verdadera comprensión del pasado de un pueblo. 

Las informaciones transmitidas oralmente son también útiles al reflejar un punto de vista “emic”, ya que permiten al arqueólogo comenzar a entender cómo era la vida en el pasado a partir de la perspectiva de un agente social concreto. Esto permite una aproximación a la cosmovisión de un pueblo en el pasado de la mejor manera posible. En este sentido, la información oral puede ser utilizada para completar el cuadro del pasado que el arqueólogo construyó usando documentos escritos y arqueológicos. 

La información oral, al funcionar como documento primario, se torna una de las fuentes más importantes, ya que al ser usada conjuntamente con la evidencia documental posibilita obtener datos adicionales sobre el pasado. También puede sugerir nuevas líneas de investigación al arqueólogo, que pueden no estar insinuadas en los documentos escritos. Además de todo lo señalado, la información oral puede ser considerada la única fuente de datos no-arqueológica sobre algunos sitios. En sitios pequeños –como campamentos temporarios–, sitios de ocupación muy corta –fuertes, puestos de observación–, sitios que poseían funciones que sus moradores no querían hacer públicas —como los quilombos cimarrones—, es probable que la información oral sea la única fuente documental que disponga el arqueólogo. 

Cuando la información oral es empleada como fuente primaria, los arqueólogos se enfrentan al problema de verificar la exactitud de la información. Obviamente no puede ser chequeada con documentos escritos ya que es la única documentación primaria. Puede en algunos casos ser confrontada con información arqueológica, pero la mejor guía que podemos tener es un conocimiento exhaustivo de los escritos históricos secundarios sobre el tema en discusión. El dominio de estas obras además de comprensión y sentido común pueden normalmente ayudar al arqueólogo a evaluar la calidad de la información transmitida oralmente. 

De cualquier forma, el uso de la documentación oral en arqueología histórica significa que los investigadores deben aprender, junto con la historia oral y la etnografía, que las personas no siempre recuerdan el pasado de la manera en que éste aconteció. Además de ser nostálgica sobre “los buenos viejos tiempos”, la gente algunas veces no respeta patrones cronológicos precisos y olvidan la secuencia exacta de los sucesos, a veces juntando o alargando los hechos en el tiempo y otras alejándolos o trayéndolos al presente. En el primero de los casos, una persona podría decir “abandonamos la plantación en 1935, justo antes de que comenzara la Gran Depresión”, sin embargo esta última se había iniciado en 1929. En el segundo caso alguien puede decir “la gran sequía vino y fuimos obligados a mudarnos”, cuando en realidad pueden haber pasado seis meses entre la sequía y el traslado. El problema es que el arqueólogo no puede dejar de lado estos seis meses, ya que habrá evidencias de ellos en el registro arqueológico. 

A pesar de que le uso de la información oral sea particularmente útil para el estudio del pasado reciente en sitios históricos, algunos arqueólogos prehistoriadores emplean en la actualidad la etnoarqueología. Esta se asemeja al uso de la información oral en arqueología histórica, pero la diferencia radica en que la etnoarqueología es definida generalmente como trabajo de campo etnográfico con objetivos y problemas puramente arqueológicos en la cabeza. Por ejemplo, en vez de visitar un pueblo pre-industrial para saber cuál es su estructura de parentesco, reglas de matrimonio, religión —como haría un etnógrafo—, el etnoarqueólogo busca descubrir cómo producen la cerámica, construyen sus casas o usan herramientas de piedra para procesar animales. Los etnoarqueólogs están interesados en usar información etnográfica —sus propias observaciones antropológicas— en asociación con informaciones orales —observaciones de otros— para responder cuestiones sobre problemas básicos en arqueología. 

Una importante diferencia en el uso de información oral entre la etnoarqueología y la arqueología histórica, consiste en el hecho de que cuando etnoarqueólogos recolectan información no están interesados en el pueblo que están estudiando, sino en registrar y entender los métodos de producción y uso de artefactos, con la esperanza de que éstos les permitan efectuar analogías con los métodos de producción y uso de artefactos en el pasado. De esta forma a fin de descubrir cómo un determinado tipo de cerámica encontrada en sitios arqueológicos de 1100 d.C. era producida, el etnoarqueólogo puede estudiar los métodos de confección de una cerámica semejante actual, fabricada por descendientes de los ceramistas originales. Una correlación simple podría ser establecida de esta manera entre los dos tipos de cerámica. Por otro lado, el arqueólogo puede estar interesado en cómo estos descendientes de los antiguos ceramistas producían sus vasijas en 1920, ya que él puede estar excavando el mismo sitio en que la cerámica continuó siendo fabricada. 

La posibilidad de utilizar información oral para localizar y estudiar sitios y artefactos, por parte de la arqueología histórica, permite afirmar que estamos frente a un tipo único de arqueología. Otras fuentes también son propias de la arqueología histórica, siendo la información pictórica una de las más interesantes. 

Información Pictórica. 

Desde la arqueología histórica la información pictórica puede ser dividida en tres clases : mapas, dibujos y pinturas, y fotografías. Cada categoría de fuentes posee su propio potencial como apoyo de la investigación arqueológica. 

Los mapas son útiles para la arqueología histórica en la medida en que brindan una representación gráfica de, la localización de edificios, o sitios. Estos pueden ser particularmente importantes para aquellos arqueólogos que estudian el período de contacto inicial entre nativos y europeos, ya que pueden ilustrar entre otras cosas, la localización de aldeas de los pueblos autóctonos, la comprensión europea de los nombres de estos grupos, el trazado de rutas y caminos antiguos, entre otros. También brindan informaciones vitales sobre el medio ambiente y sobre los cambios que pueden haber ocurrido como producto del contacto y del asentamiento europeo. 

De todas formas los arqueólogos saben, gracias a los geógrafos, que los mapas son documentos históricos primarios visuales y no textuales. Por lo tanto poseen los mismos problemas que cualquier otro documento histórico. Por ejemplo, un cartógrafo, al hacer un mapa específico, puede estar tentado a presentar un paisaje no como era, sino como se esperaba que fuese. En este sentido, el trazado de caminos a través de montañas y florestas, puede ser sólo algo que fue planificado o inclusive imaginado. Lo mismo ocurre cuando la localización y el número de aldeas nativas son usados como propaganda por naciones europeas, para inducir a sus rivales a creer que poseían más aliados locales de los que en realidad tenían. Esta situación ocurrió por ejemplo, cuando Francia y Gran Bretaña lucharon por el control de América del Norte a mediados del siglo XVIII. 

Diseños y pinturas son otra fuente de información pictórica que pueden ser útiles en arqueología histórica. De todas formas los arqueólogos deben ser conscientes de que los artistas suelen tomarse libertades en sus trabajos —por motivos estrictamente creativos o artísticos—. 

Diversas informaciones sobre artefactos pueden inferirse de dibujos y pinturas. Estos pueden mostrar por ejemplo, cuándo y cómo ciertos objetos eran producidos. Datos únicos pueden ser obtenidos sobre la funcionalidad de artefactos desconocidos. En este sentido en arqueología histórica suele ser común trabajar con pinturas de los siglos XVI, XVII, XVIII para descubrir esta funcionalidad particular. Estas representaciones pictóricas también muestran artefactos enteros y en uso, ayudando al arqueólogo que generalmente encuentra en los sitios excavados objetos fragmentados y deteriorados. Estas imágenes gráficas contribuyen a que el investigador entienda cómo eran y para qué servían dentro de su contexto histórico. 

Los dibujos y las pinturas, también son importantes para mostrar como eran ciertos sitios históricos cuando todavía estaban en pie. Por ejemplo, las pinturas de Karl Bodmer retratando el Oeste Americano en los años 1830, son de gran valor para los arqueólogos. Sus pinturas del interior de las tiendas de los indios —mostrando caballos y perros viviendo en su interior— brindan detalles no disponibles a través de la arqueología, y una calidad visual ausente en los documentos escritos. Además de ser obras de arte, la exactitud de los diseños de Bodmer son incuestionables. Otras imágenes, como las pinturas de Frans Post, en el siglo XVII, sobre un molino de agua en el nordeste brasileño, o la pintura de Hércules Florence de un ingenio de caña en 1840, presentan detalles magníficos sobre edificaciones industriales coloniales, y sobre los trabajos ejecutados en esos lugares. 

Estas fuentes, además de brindar información cronológica, sobre el uso y la forma de los artefactos, dan también datos sobre la vida y las transformaciones culturales. Por ejemplo, las pinturas de George Catlin sobre un indio Americano, vestido en un cuadro con ropas nativas y en otro con europeas, transmiten un fuerte mensaje visual sobre el impacto social y psicológico de la interacción cultural ejercida sobre los pueblos nativos, muchas veces obligados a adaptarse a modos de vida extraños. Dibujos del siglo XVII, sobre trabajadores indígenas y negros en plantaciones brasileñas, reflejan una situación semejante. Lo mismo ocurre en diversas partes del mundo.

De la misma manera que los mapas, los dibujos y las pinturas pueden contener información engañosa. Criaturas fantásticas, diseñadas por el cartógrafo franco-canadiense Charles Becar de Granville, en el siglo XVII —como unicornios y monstruos marinos con cabezas humanas—, servían para amedrentar a los aventureros del Nuevo Mundo. Este tipo de cuadros inclusive podía tener el efecto opuesto, es decir atraer exploradores osados en busca de estas criaturas. Los arqueólogos deben aprender a analizar estas imágenes pictóricas con cuidado.

Las fotografías también son útiles para los arqueólogos de manera semejante a las imágenes pictóricas. Al contrario de mapas, diseños y pinturas, las fotografías no exigen ningún talento gráfico o artístico para producirlas. Estas pueden ser generadas por cualquier persona que posea una cámara. Por lo tanto mientras los mapas, los dibujos y las pinturas suelen ser encontrados normalmente en museos, archivos y otros depósitos profesionales, las fotografías pueden ser halladas en cualquier casa particular.

Las fotografías pueden documentar sitios arqueológicos sin que el fotógrafo fuera consciente de ello. Un ejemplo podría ser una foto de dos personas sentadas delante de un predio almorzando, en 1932. A pesar que la intención del fotógrafo pueda ser registrar un feliz reencuentro de dos viejos amigos, un arqueólogo mirando la foto, puede obtener información sobre la construcción del predio que se observa en el fondo de la misma.

También, como cualquiera de las fuentes mencionadas, debe tenerse cuidado en su utilización en arqueología. Los fotógrafos pueden montar sus cuadros y alterarlos para mostrar imágenes falsas. Este tipo de problemas, felizmente no es común en arqueología histórica.

Resumiendo, la arqueología histórica dispone de una serie diversa de fuentes de información. Algunas de estas son empleadas por la historia (documentos escritos, mapas, historia oral), por la antropología cultural (etnografías, objetos de museos, testimonios orales), historia del arte (pinturas, dibujos y fotografías), geografía histórica y cultural (mapas, asentamientos y paisajes), arquitectura histórica (edificios), folklore (tradición oral y arquitectura vernácula) y arqueología (artefactos, estructuras y el contexto del sitio). Todas estas fuentes están disponibles por la especificidad de la arqueología histórica. Por su parte las disciplinas mencionadas pueden ser consideradas como el conjunto de fuentes de la arqueología (figura 2).

Los arqueólogos, incluso a pesar de que con frecuencia trabajan solos, muchas veces tienen la suerte de integrar amplios equipos multidisciplinarios, compuestos por estudiosos de varias disciplinas. En cualquier caso, el arqueólogo, debe tener algún conocimiento básico de todas las disciplinas relacionadas con su investigación, ya que diferentes profesionales trabajando en un proyecto específico tendrán que discutir problemas y cuestiones comunes.

FIGURA 2

FUENTES DE LA ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA

artefactos, estructuras contexto del sitio, (arqueología)

etnografía, testimonios orales, (antropología cultural)

documentos, mapas, historia oral, (historia)

pinturas, dibujos y fotos, (historia del arte)

Tradición oral, arquitectura vernácula, (folklore)

edificios en uso, (arquitectura histórica)

asentamientos y paisajes, (geografía histórica y cultural)


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